jueves, 2 de enero de 2014

Cuento número ocho: Vuelta a casa.




Sentada en aquella sala, con otras muchas mujeres más. Había algún hombre y algún niño, también. Pero sobre todo, había muchas mujeres. Miró el reloj. Estaba impaciente, desesperada, nerviosa. ¿Llegará? ¿Estará bien? Suspiró y cerró los ojos para relajarse. Volvió a mirar el reloj. Cogió los cascos de su bolso, los enchufó a su móvil, se los puso en las orejas, puso música y volvió a cerrar los ojos. Una canción, dos y tres.

Se miró las manos, estaban temblando. Se había puesto guapa esa mañana. Un vestido blanco, las medias grises, las botas sin tacón negras y la chaqueta gris. Volvió a sus pirar, se tenía que relajar. Volvió a cerrar los ojos. Pero notó movimiento a su lado. La mujer, embarazada, que estaba a su lado se había levantado. El resto de personas también lo hicieron. Ella arrancó los auriculares de sus orejas, los guardó con el móvil en el bolso y se acercó a la puerta por donde salían las personas que viajaban en el avión.

Un niño soltó la mano de su madre y corrió hacia su padre, que al verlo lo levantó en brazos y lo abrazó fuerte. Un grupo de amigos al ver a otro hombre salir corrieron hacia él, que soltó las cosas para abrazarlos a todos. Todo el mundo gritaba nombres, nombres de hombres. Miró por todos los lados, y apretó la barandilla que la separaba de los hombres que salían del avión.

Entonces sí, entonces lo vio. Rapado, más fuerte y con una sonrisa. Estaba vestido como el resto de hombres, con el uniforme militar. Llevaba a la espalda una mochila. Lo saludó, lo saludó con la mano efusiva.

Sean! -gritó. Él por fin la vio y sonrió.- ¡Sean! -volvió a gritar.

Se agachó y pasó por debajo de la barra, que se suponía que no debía atravesar. Corrió hacia él, que la estaba esperando con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta donde Sean estaba se colgó de su cuello. Él la rodeó por la cintura y la abrazó fuerte. Después la separó del suelo, levantándola un poco al abrazarla.

-Olivia... -dijo él, abrazándola. Ella se separó un poco, cogió su cara entre las manos y lo besó. Lo besó después de tanto tiempo. Después del beso, él fue el primero en hablar.- Vamos, tengo que coger la maleta.

Ella vio como los guardias la miraban, por haberse saltado la barra. Y también las otras familias y los otros soldados la miraban, pero no de la misma manera, ellos la miraban sonriendo. Sean la rodeó por los hombros y los dos se dirigieron a la cinta donde las maletas giraban.

No esperaste ni a salir del aeropuerto! -le gritó un soldado.

-Calla, Walker. Eso es envidia. -le dijo Sean.

-¿Envidia? -dijo él riéndose.- ¿Ves aquella mujer de allí? ¿La embarazada? -dijo señalando con la cabeza a la mujer que estaba sentada al lado de Olivia mientras esperaban.- Es mi hermana. ¿Y la que está a su lado? Mi chica. -cogió su maleta de la rueda que seguía girando y miró a Sean.- Nos vemos, amigo.

Sean soltó a Olivia y abrazó a su amigo. Él después salió casi corriendo a la sala de espera para reencontrarse con su familia. Sean volvió a abrazar a Olivia y, después de coger su maleta, salieron de allí. Pasaron al lado del soldado Walker y su familia. Estaba abrazando a su hermana, mientras su novia le acariciaba la espalda. En otra esquina de la sala, un oficial les daba una mala noticia a dos mujeres. Las dos se ponían a llorar desesperadamente. Olivia se quedó mirándolas y cuando Sean notó esto, le besó la cabeza.

Fueron al aparcamiento del aeropuerto y Olivia sacó las llaves del coche. Se sentó en el asiento del volante y Sean a su lado. Ella hablaba y hablaba mientras conducía. Él se reía de las cosas que su novia le contaba. Muchas de las cosas ya las había leído en las cartas que se escribían, pero escucharlas de su boca era mucho más agradable. Llegaron a casa y Olivia aparcó justo delante de la puerta. Dejaron sus cosas en la puerta y él se dejó caer en el sillón, mientras Olivia preparaba café.

-Toma. -le dijo Olivia dejando una taza de café en las manos de Sean.

-Gracias. No sabes las ganas que tenía yo de un buen café.

-¿En el ejército no te dan café? -preguntó ella, sentándose a su lado.

-Sí, pero ¿sabes a que sabía?

-No.

-A nada. -dijo él. Olivia se rió y él la volvió a abrazar.- ¿Y Courtney? -preguntó después de unos segundos de silencio.

-Está perfecta. ¿Quieres ir a visitarla? -propuso ella. Sean asintió con una sonrisa y Olivia se levantó.- Está en centro, con sus amigos.

Courtney es la hermana pequeña de Sean. Tenía tan solo dieciséis años y vivía con sus padres. Sean, en cambio, hacía un tiempo que vivía con Olivia. Sean y Olivia se pusieron los abrigos y salieron de su casa. Decidieron ir caminando hasta el centro, la plaza central. Caminaban de la mano y con las sonrisas en sus caras.

-Como ha cambiado esto... -dijo Sean, pasando por una calle del pueblo.

-Llevas fuera seis meses. ¿Esperabas que todo fuera como antes? -dijo riendo ella.

Cuando llegaron al centro se encontraron con decenas de niños que corrían divertidos. Estaban de vacaciones de Navidad y las aprovechaban hasta el último segundo. No les costó mucho encontrar el grupo de adolescentes donde estaba Courtney. Era un grupo grande y escandaloso. Se acercaron despacio y el grupo se quedó en total silencio cuando Courtney se levantó del banco donde estaba sentada. Sean le sonrió y ella empezó a correr hacia él. Cuando llegó hasta su hermano mayor se colgó de él y lo abrazó fuerte. Olivia y los amigos de Courtney miraban la escena.

-¿Qué haces aquí? -preguntó sorprendida Courtney. Sean la dejó en el suelo.

-Me concedieron venir a casa por Navidad. Avisé a Olivia, pero le pedí que no os dijera nada. -explicó Sean. Courtney miró a Olivia.

Traidora! -le gritó Courtney a Olivia, ésta se rió.- Pero, si estás aquí... ¿Eso significa que cenarás con nosotros mañana? -el día siguiente era Noche Buena y la familia de Sean se unía para celebrar la Navidad. Sean asintió y su hermana le sonrió.- Bueno... Yo estaba con... -dijo señalando a sus amigos. Sean se rió.

Qué rápido te cansas de mi! -exclamó riendo.- Vuelve, nos vemos después.

Courtney volvió con un mejor humor con sus amigos. De repente, dos mujeres que salían de una tienda con las manos llenas de bolsas, se pararon delante de ellos. Soltaron las bolsas y entonces la pareja se dio cuenta de quienes eran.

Chicos! -gritó una de ellas. Detrás de ellas aparecieron cuatro hombres más y se les quedó la misma que a las chicas.

-¿Eres tú? -tartamudeó uno de ellos.

-No, soy un fantasma. -dijo Sean, sarcástico.

Todos se lanzaron sobre él para abrazarlo. Estaban felices por volver a ver a su amigo. Pero Sean. Sean estaba feliz por volver a casa para Navidad.


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