viernes, 3 de enero de 2014

Cuento número nueve: Navidades experimentales.




Estaba todo oscuro. No había ni una luz encendida dentro de la casa, pero alguna luz del exterior entraba por la puerta. Cargados de regalos y bolsas bajaban las escaleras en silencio y con cuidado. Él se tropezó y ella lo miró.

-Philip, ¿estás bien? -preguntó ella.

-Sí, sí, sigue caminando.

Legaron al salón, donde las luces intermitentes del árbol de Navidad los iluminaba. Dejaron las cosas debajo del árbol y Holly sacó una carta de un niño del bolsillo. Los dos se acercaron para leerla.

-Un camión de juguete. -leyó ella.

-Sí. -dijo él, después de buscar la caja con la mirada.

-El pijama de Batman.

-Sí.

-Juguetes para Albert. -su marido contó con los dedos de las manos tres.

-Tres.

-¿Cómo que tres? -preguntó ella, sorprendida.- Tiene que haber cuatro. -dijo dejando la carta a un lado y buscando el cuarto regalo con su marido.

-Aquí está. -dijo Philip después de revisar una de las bolsas de la tienda de juguetes.

-Vale, continuo. -dijo cogiendo la carta de nuevo.- Los zapatos para... -achinó los ojos y acercó más la carta.- ¿Qué pone aquí? -le preguntó a Philip. Éste se acercó y buscó la palabra que ella señalaba.

-Los zapatos para jugar al baloncesto como papá. -dijo Philip, sonriendo.

-Ah.. Sí. Hecho. -dijo ella, sonriendo.- Algo para mis nuevos papás. -leyó ella.

-Para su mamá, sí.

-Y para su papá, también. -dijo Holly, antes de guardar la carta.- Bien, ya está todo. -dijo acercándose a las escaleras para volver a dormir, Philip la detuvo agarrándola del brazo.

-La comida para Papá Noel, nos la tenemos que comer. -dijo mirando el vaso de leche y las galletas que estaban encima de la mesa. Los dos sonrieron y se sentaron en el sillón, a comer lo que su hijo le había preparado al viejo gordo de las Navidades.

-¿Estás seguro que solo podemos hacer esto una vez al año? -preguntó Holly, comiendo la última galleta.

-Papá Noel solo viene en Navidad, Holly. -dijo riendo Philip.

-¿Crees que le gustarán los regalos? -preguntó Holly.

-Sí, fue lo que él pidió.

-¿Y la Navidad? ¿Le gustará?

Holly y Philip Clark acababan de adoptar a dos niños hacía nueve meses: Albert y Danniel. Eran las primeras Navidades y estaban haciendo todo lo posible para que fueran perfectas. Danniel tenía seis años y Albert tenía casi un año. El mayor estaba muy contento de por fin tener unos papás. Los dos eran huérfanos y vivían en el mismo orfanato.

Después de dejar todo más que preparado para la mañana de Navidad, subieron a su habitación de nuevo. Se acostaron y se durmieron en seguida. Espera a que estemos todos despiertos para abrir los regalos le habían dicho a Danniel la noche anterior. Y eso hizo él. Se levantó y primero fue a mirar si Papá Noel había cumplido con su parte del trato, si él se portaba bien Papá Noel dejaría regalos la noche del veinticuatro de diciembre. Después fue a despertar a su hermano pequeño, al ver que ya estaba despierto lo sacó de la cuna.

-¿Tú también quieres abrir los regalos, no? -le dijo mientras caminaba torpemente hasta la puerta de la habitación de sus padres.- Esperame aquí. -le dijo a Albert, dejándolo en el suelo, delante de la puerta. La abrió despacio y se acercó a la cama. Cuando estuvo lo suficientemente cerca saltó encima de Philip y Holly. Los dos gritaron ante el golpe.- ¡Ya es Navidad! -gritó saltando en la cama.

-Es muy temprano, Danniel. -le dijo Holly, tapándose la cara con las sábanas.

-Vamos, mamá. También pedí regalos para ti. -dijo Danniel.

-¿Ah, sí? -preguntó ella, haciéndose la sorprendida.

-¿Y para mi nada? -preguntó Philip.

-Sí, claro. Pedí para los cuatro. ¡Vamos a abrir los regalos! -dijo volviendo a saltar.

-Vale, pero espera a que se despierte tu hermano. -dijo Holly, dándose la vuelta en la cama.

-Ya está despierto, mira. -dijo señalando al bebé, que esperaba sentado delante de la puerta, donde su hermano lo había dejado.

-Venga, vamos... -dijo riendo Philip.

Dannniel bajó de un salto de la cama y corrió hacia las escaleras. Philip cogió a Albert en brazos y esperó a que Holly se pusiera la bata. La abrazó por los hombros y los tres bajaron. Debajo del árbol estaban todos los regalos y Danniel, delante de ellos.

-A ver, empieza por el que tú quieras. -le dijo Holly, sentándose en el suelo, a su lado.

-Pero tiene que llevar tu nombre. -le recordó Philip.

Holly ayudó a Danniel a leer su nombre en los paquetes de los regalos. Y el primero que abrió fue el que tenía dentro el pijama de Batman.

El pijama de Batman! -gritó él, mirándolo.

-¿Es lo que querías? -preguntó Philip.

-Sí. -dijo él sonriente. Después lo dejó a un lado y abrió otra caja que tenía su nombre: era un libro de Mickey Mouse.

-¿Te gusta? -le preguntó Holly, cuando lo abrió. Danniel asintió. Después abrió otro regalo. Esta vez eran las zapatillas de baloncesto.

Anda! Unas zapatillas. -dijo Philip.

-Sí, como las tuyas. -dijo feliz. Danniel admiraba a Philip, que jugaba en el equipo de baloncesto del pueblo.

-Te queda otro regalo, Danniel. -le dijo Holly. Lo abrió y encontró el camión de regalos.- ¿Te gusta? -le volvió a preguntar.

-Sí. Papá Noel me trajo todo lo que yo quería. -dijo feliz.

-Eso es porque fuiste un niño muy bueno este año. -dijo Philip.- Ahora vamos a abrir los regalos de Albert.

Entre los cuatro abrieron los regalos del más pequeño, que cada vez que abrían uno y su familia se emocionaba él aplaudía. Después, Danniel le acercó un regalo a Holly. En el regalo ponía Mamá.

-También hay para ti. -le dijo Danniel.- Y para ti, papá.


Holly y Philip abrieron los regalos que le había hecho su respectiva pareja. Después de eso, y mientras Philip preparaba el desayuno, los niños estrenaron sus regalos. Holly estaba contenta porque todo había salido como querían y Philip lo estaba porque ya tenían una familia.

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