sábado, 28 de diciembre de 2013

Cuento número seis: Cena de Navidad.




-No entiendo porque tengo que ir. -se volvió a quejar Bella, mientras su hermana, peluquera, le peinaba.

-Porque trabajas allí, Bel. -le dijo Taylor, su hermana.- Además, vas a ir preciosa.

La verdad es que Bella, con la ayuda de Taylor, había comprado un vestido rojo con encaje y la espalda al descubierto realmente precioso. Además, su hermana la estaba peinando. Un trenza en la espalda te va a ir genial, le había dicho cuando estaban pagando el vestido. Se pintó las uñas de rojo y maquillaje con colores cálidos. Media hora antes de la hora acordada para llegar al restaurante, ella ya estaba lista. Era su primer año trabajando en la empresa de su tío, una empresa dedicada a una cadena de juguetes. Sus compañeros la habían invitado a la cena de la empresa y ella se sentía obligada a asistir, pese a que no tuviera muchas ganas.

-Mira el lado positivo, podrás conquistar a ese chico tan guapo. -le dijo Taylor.

Bella, después del primer día de trabajo, le contó a su hermana pequeña que había un hombre muy atractivo en su empresa, George. Con el paso de los meses se fueron conociendo un poco más, y Bella se había dado cuenta que además de atractivo era una persona muy agradable. Atracción física + simpatía = Futuro marido. Esa era la ecuación para Bella.

-Seguro que no me hará mucho caso. Siempre están todos babeando por Lucy.

Lucy era una mujer, algo mayor que ella, por la que todos los hombres de la empresa matarían. A Bella no le caía bien, no soportaba eso de que los hombres estuvieran siempre detrás de una mujer, haciéndole la pelota. Incluso cuando esa mujer era ella.

-Bella, tu taxi. -le dijo la empleada de Taylor.

Bella se levantó del sillón de peluquería donde estaba sentada, se despidió de su hermana, se puso el abrigo negro, salió del salón de belleza y subió al taxi. El taxista le comentó varias veces lo hermosa que estaba y ella le pagó al final del viaje. Cuando entró en el caro restaurante, que sus compañeros habían elegido para celebrar la pequeña fiesta, todas las miradas se fijaron en ella. Normalmente iba vestida de forma discreta y seria, pero esa noche era todo lo contrario.

Bella! No te reconocía... -hipérbole de parte de Martha, su mejor amiga de la empresa.

-Lo mismo te digo. -le dijo Bella, sonriéndole. Su amiga vestía un vestido negro y el pelo recogido.

-¿Lo haces para conquistar a George? -le susurró, Bella se rió.- Pues te aviso que llegas tarde, ya me vio y me dio dos besos.

Bella! Caray, estás preciosa. -le dijo George, llegando por detrás de ella. Después de decirle eso le dio dos besos.

-Malditas rubias... -susurró Martha, apartándose un momento.

-Gracias, George. Pero tú no te quedas atrás. -le dijo Bella.

-Nada comparado contigo, de verdad. -le dijo él. Le guiñó un ojo y se fue a saludar a otro compañero.

-Te odio... -le dijo Martha a su amiga antes de entrar al salón y sentarse a comer una al lado de otra.

La cena transcurrió normalmente. Chistes malos de los graciosillos, alguna copa de vino de más para otros, bromas de los más simpáticos y algún sitio libre, como es habitual. Bella se disculpó y se levantó para ir al baño. Pero cuando salió del baño y se estaba lavando las manos escuchó unos sollozos que venían de uno de los servicios.

-¿Hola? ¿Quién está ahí? -preguntó. Pero nadie le respondió. Miró por el hueco de las puertas de los servicios hasta que dio con el que estaba ocupado. Los zapatos los conocía.- Lucy, sé que eres tú. Abre, por favor. -la puerta se abrió y se encontró con Lucy llorando.

-¿Cómo sabías que era yo? -le preguntó ella.

-Tus zapatos, son preciosos. -le dijo ella, con una pequeña sonrisa.- ¿Quieres hablar?

-Mi novio, me dejó... -le confesó ella. Bella bufó y sacó unos pañuelos de papel de su bolso, le dio uno a ella.- Gracias.

-Estoy acostumbrada... Siempre llevo porque siempre salgo con idiotas. -le dijo Bella. Lucy se rió entre las lágrimas.

-Yo también. El más idiota de la sala, ese es mi novio. -dijo ella, secándose las lágrimas con el pañuelo que le había dejado Bella.

-Pero no vale la pena llorar. Estás en la cena de la empresa, tiene toda la pinta de que será divertido. -le dijo Bella. La puerta del baño se abrió y Martha se asomó.

-Bella, ¿te tragó el váter? -preguntó entrando.

-No... -dijo riendo Bella.

Estás aquí! -dijo sorprendida de que estuviera con Lucy. Entonces vio las marcas de lágrimas en la cara de Lucy y se acercó a ellas.- ¿Un hombre? -Lucy asintió.- Son todos iguales... Pero vamos, es una fiesta. Además, acabo de oír que nos van a poner música ahora. Vamos a bailar. -les propuso.

Las dos sonrieron y, después de que Lucy se lavara la cara, salieron al salón otra vez. La música empezó a sonar en seguida y salieron a bailar. Además, pronto empezaron a servir alcohol, con lo cual hasta los más vergonzosos estaban bailando.

-Hoy estás más atrevida, Bella. -le dijo su tío, con una sonrisa de lado.

-Sí, me empieza a gustar esto de trabajar aquí... -confesó sonriente.

-Bueno, no bebas mucho. No quiero tener que responder delante de tu madre.

Ante la frase de su tío, Bella se rió. Se despidió de él y siguió bailando con Martha y con Lucy. Pero no solo con ellas, bailó con todos sus compañeros. Pusieron todo tipo de música, lo que hizo que hasta los más veteranos se pusieran a bailar.

-George no te quita la mirada de encima. -le dijo Martha al oído en medio de una canción. Bella lo miró y le sonrió.- Lánzate.

-No, hoy no es la noche. -dijo ella. Pero sabía que era la noche perfecta.

Cuando sus pies ya no podían más, el cansancio empezaba a aparecer en su cuerpo y los echaron de la fiesta, Bella decidió volver a casa. Llamó a un taxi y lo esperó delante de la puerta del restaurante.

-Hola. -dijo George, con una sonrisa y parándose a su lado.

-Hola, George.

-Fue una buena noche, ¿no?

-La verdad es que sí.

-Espero que después de esta noche empieces a salir de fiesta con nosotros más a menudo. -dijo con una sonrisa.- ¿Te llevo a casa?

-No, esta noche no. ya he llamado a un taxi.


-Vale, pero me debes un viaje a tu casa. -dijo él alejándose. Bella sabía que tenía un doble sentido y sonrió.

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