martes, 6 de enero de 2015

XLVI.

El sábado por la noche ya todo estaba limpio, ni rastro de la fiesta. Incluso más limpio que antes, había dicho Isabella antes de irse a dormir. Al día siguiente, Isabella e Inés se despertaron más o menos simultáneamente. Tenían hambre y fueron a preparar el desayuno sin ducharse apenas. Mason se despertó y bajó a la cocina al oler la comida. Se encontró con su hermana y con Inés preparando el desayuno medio desnudas.

-Menos mal que solo vivo yo aquí. Cualquiera os ve así... -dijo Mason, sentándose en la mesa.

-¿Qué quieres decir? -preguntó Isabella ofendida.

-Que estáis casi desnudas, Rapunzzel. -le dijo su hermano mayor.- ¿Hay desayuno para mi?

-Ahora no. -dijo Isabella. Inés se rió de la situación de los hermanos.

-Inés, por favor... -le pidió Mason.

-Sí... -dijo ella. Mason aplaudió y le echó la lengua a su hermana.

-Voy a mirar si hay cartas. -dijo Mason, saliendo de su casa. Entró unos minutos después y dejó unas cartas encima de la mesa.- Adela Flint, Marcel Flint, Marcel Flint, Marcel Flint... Inés, hay una para ti.

-¿En serio? Si apenas mandé el jueves las mías... -dijo Inés dejando la comida y sorprendida.

-No es de tu familia. Es del programa de intercambios. -dijo Mason.

-Bueno, entonces la leeré después. -dijo Inés.

Temía las cartas del programa de intercambios y por eso las leía a solas. Después de desayunar subió a su cuarto y mientras Isabella se duchaba, abrió la carta del programa de intercambios. La leyó con detenimiento. Explicaba que la beca se terminaba en junio, que sería el mes en el que volvería a su país. Pero que había una posibilidad de conseguir una extensión de la beca por otro año más. No habría modificaciones ni en el lugar ni en la familia, a menos de que hubiera quejas. Para conseguir una beca necesitaría pasar una prueba. Después añadía que dicha prueba se explicaría en una carta que llegaría en el caso de llenar una hoja que iba con la carta y mandarla a las oficinas de Boston.

Inés se quedó pensando seriamente. Una extensión de la beca durante otro año. Pero eso supondría otro año más lejos de su familia. Pero estaba pasando el mejor año de su vida en Bugle. Pero también estaba el hecho de que su hermana iba a tener un bebé y que si se quedaba en Bugle no lo vería crecer en su primer año. Pero también estaba Mason en Bugle. Pero si rellenaba aquella hoja y hacía la prueba cabía la posibilidad que no consiguiera la extensión. Pero, ¿merecía la pena intentarlo? Por toda la gente que ahora también eran sus amigos...

Era una decisión dura y que había que pensar bien. Decidió ella sola que no se lo iba a contar a nadie, ni a su familia de España, ni a la de Bugle, ni a sus amigos de España, ni a los de Bugle. Sería su secreto durante un tiempo.

-Inés, ¿qué decía la carta? -preguntó Isabella, asomándose por la puerta del baño, con una toalla enrollada en su cabeza.

-Nada, lo de siempre. -dijo Inés. Intentó sonar lo más tranquila posible, pero no sabía si lo había conseguido.

-Recuerda que mis padres no llegan para la comida. ¿Qué quieres que Mason prepare para comer? -preguntó volviendo al interior del baño pero dejando la puerta abierta.

-Da igual, que cocine lo que él prefiera. -dijo Inés, dejando la carta dentro del sobre y encima de su escritorio. Se fue a duchar y después ayudó a Mason con la comida. Los tres se sentaron a comer, y mientras los hermanos discutían, Inés le dio un par de vueltas a la comida en el plato.

-¿Qué pasa, Inés? ¿No está bueno? -preguntó Mason, mirando como Inés dejaba el tenedor sobre la mesa.

-No es eso. Es que tengo el estómago un poco revuelto. -dijo Inés.

-¿Te encuentras mal? -le preguntó Mason.

-¿Quieres algo? ¿Una pastilla para el dolor de estómago? -propuso Isabella.

-No, no... Mejor voy a caminar un poco. -dijo Inés levantándose.

-Pero hace mucho frío. -dijo Mason.

-Mejor, me vendrá bien para relajarme. -dijo Inés con una sonrisa.

Cogió su abrigo y salió de casa. Caminó por las frías calles de Bugle. Era domingo, pero pese a eso la gente seguía viajando por ellas. Las calles de Bugle casi nunca estaban completamente vacías. Respiró profundamente y pensó los pros y contras de quedarse otro año más allí.

Pros: podría quedarse con los Flint, que eran como su familia. Podría quedarse en el equipo de Duendes Verdes. Podría ver como la sección femenina de baloncesto de Bugle avanza. Seguiría aprendiendo costumbres. Sería casi como una ciudadana más de Bugle.

Contras: su familia, sus amigos, su equipo en España, los echaría mucho más de menos. Podría ver el primer año de su sobrino. Cuando se tuviera que ir de verdad de Bugle sería el doble de difícil...

Eran muchas cosas y poco tiempo para pensarlo. Llegó a las pistas de las vías del tren y allí vio a unos chicos jugando. Eran sus amigos, sus compañeros de Duendes Verdes. Se acercó y se quedó mirándolos. Hacía mucho frío pero ellos seguían allí, jugando. Respiró profundamente y se quedó mirándolos.


Mason durmió un poco la siesta, pero en seguida se despertó. Mientras Isabella estudiaba en su cuarto, la casa estaba solitaria. Pensó que quizás Inés ya habría vuelto de su paseo así que subió a su cuarto y abrió la puerta. Pero allí no había nadie. La carta del programa de intercambios llamó su atención. No pudo evitar sentarse frente el escritorio y empezar a leer la carta. Isabella lo sorprendió cuando ya estaba terminando de leer la carta.

-Mason, ¿qué haces? -le preguntó al encontrarlo en el cuarto de Inés.- ¿Estás leyendo su carta? -preguntó alarmada.

-Bella... -musitó sin poder despegar la mirada de la carta. Isabella se acercó preocupada.- Lee. -le dijo su hermano. Isabella le hizo caso y leyó. Mason cogió su abrigo y salió de su casa en busca de Inés. La encontró mirando en secreto a su equipo de baloncesto. Estaba mirándolos atentamente. Se acercó despacio y se paró a su lado.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó Mason a Inés.

-¿Cómo me encontraste? -le preguntó Inés a él.

-No era muy difícil... -dijo Mason, sonriendo.

-Los miro jugar. -dijo ella. Se quedaron un tiempo más en silencio y después Mason intervino.

-¿No te apetece jugar? Somos dos, uno para cada equipo. -dijo Mason.

-¿Qué? -preguntó Inés, perdida en sus pensamientos. Mason tiró de la muñeca de Inés y los dos se acercaron más al grupo que jugaba al baloncesto.

-Chicos, ¿hay sitio para dos más?

-Claro. -dijo Robert.


-Nosotros nos pedimos a la española. -gritó Cosmo. Mason se hizo el ofendido y después lo amenazó con la mirada. Se fue al otro equipo, donde estaba Ryder. Chocaron sus manos y empezaron a jugar.

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