viernes, 5 de diciembre de 2014

XXXIII.

Era treinta de diciembre de 2001, domingo. Inés se levantó temprano y se fue a desayunar. Desayunó con Lucía. Preparó una bolsa con algo de ropa de deporte y salió a las frías calles de Madrid. Cogió un autobús urbano y se sentó sola, al lado de la ventana. Viajó durante quince minutos y cuando el autobús se paró delante de un instituto se bajó. Era su instituto, estaba cerrado claro, pero la puerta del pabellón estaba abierta. Entró y lo encontró vacío. Entró en el vestuario, también vacío y se cambió de ropa. Se puso sus zapatillas de baloncesto y se ató el pelo en una coleta. Salió a la pista y cogió un balón. Se puso a tirar triples en silencio, hasta que escuchó unas risas en la entrada. Miró hacia allí y se encontró con su equipo. Las chicas de su equipo al verla, se pusieron a gritar y a correr hacia ella.

Inés! -gritaron todas.

Se lanzaron sobre Inés. Ella, claro, las recibió con los brazos abierto y alegría. Empezaron a gritarse unas a las otras. Hasta que un hombre entró.

-¿¡Qué es esto!? -preguntó escandalizado. Las chicas se abrieron para que él pudiera ver a Inés.- ¿Inés?

-Hola, Fran. -dijo ella con una sonrisa. Él sonrió y ella corrió a abrazarlo. Saltó y se colgó de él.

Francisco fue el primer entrenador de Inés e Inés fue una de las jugadoras de su primer equipo. Después él se fue a entrenar a otros equipos y ella fue entrenada por otros. Pero años después él volvió a entrenarla. Era su favorita, sí. Francisco tenía veinticuatro, por lo que solo era ocho años más mayor que Inés.

-¿Qué haces aquí, enana? -le preguntó cuando ella volvió al suelo.

-No te ilusiones, todavía no vuelvo. Estoy de visita. -dijo ella.- Por cierto, ¿estás más gordo?

-¿Y tú más pequeña? -su relación era así. Pero detrás de todas las bromas había complicidad y algo de amor.- Te quedas a entrenar.

-Vale... -dijo ella sonriendo.

-Vosotras, ¿a qué esperáis? ¡A cambiarse! -les dijo Francisco al resto de jugadoras.

-Inés, ¿nos acompañas? -le propuso Marta, una compañera.

-De eso nada. Inés se va a quedar aquí, contándome porque está jugando en un equipo de chicos. -dijo Francisco, agarrando a Inés por un hombro y dirigiéndola hacia las gradas, para sentarse.

Inés le contó a su entrenador todo lo ocurrido y lo que le costó poder jugar con los chicos de Duendes Verdes. Le contó su experiencia en los partidos y algo de sus compañeros y su entrenador. Cuando sus antiguas compañeras estuvieron listas el entrenamiento empezó. Fue un entrenamiento un poco de broma, pero muy activo. Jugaron un partido durante la hora y media que duraba el entrenamiento. Después del entrenamiento, las chicas s fueron a duchar y Francisco las esperó en la calle para cerrar con llave a puerta del pabellón.

-¿Cuando te vas? -le preguntó Fran a Inés cuando ésta salió del pabellón.

-En una semana. -dijo ella.

-¿Y cuándo vuelves a España? -le preguntó ahora Lorena.

-En mayo. -contestó Inés.

-Pero, ¿no terminas el curso allí? -preguntó Ana.

-Sí, pero allí terminan antes. -explicó Inés.

-Bueno, si quieres la semana que viene puedes volver. -le dijo Francisco.

-Vendré. -prometió Inés.

-Eso espero. -le dijo Francisco.

Entonces, el equipo de los chicos de su misma edad estaban llegando, entrenaban después de ellas. Entre ellos estaban Nico, Yago y Raul, sus mejores amigos. Ella, al verlos echó a correr hacia ellos y se fundieron en un enorme abrazo. La verdad es que los echaba de menos.

En Bugle, Lola, Isabella, Grace y Claire estaban comprando todo para la fiesta de Claire. Lo imprescindible: comida, adornos, música, bebida y ropa. Lola se había decidido por un simple vestido negro. Isabella compró una falda roja con una blusa blanca. Grace ya tenía un vestido que había sido de su madre, precioso. Y Claire era la única que todavía no tenía vestido para la fiesta.

-¿Este, este, este o aquel? -preguntó señalando cuatro vestidos muy diferentes.

-Aquel. -dijeron todas a la vez. Señalaron un vestido rojo.

-Me lo voy a probar. -dijo Claire. Se fue a los cambiadores y el resto esperó fuera.

-Se probó al menos siete vestidos. -se quejó Lola.

-Ya sabes lo que dicen: al octavo va el vencido. -dijo Isabella. Todas rieron.

-O no. -añadió Grace, lo que hizo que todas rieran más.

-Pues todavía queda: -dijo Lola, mirando la lista.- Adornos, bebida y los zapatos para Claire.

Chicas! -gritó Claire, saliendo del cambiador.- Está hecho a mi medida. -dijo dando un par de vueltas delante de ellas.

-Te queda como anillo al dedo. -dijo Grace.

Decidido! Ese es tu vestido. -dijo Lola.

-Me lo llevo. -dijo Claire, volviendo al cambiador.

-Menos mal... -añadió Isabella.

Compraron el resto de las cosas y fueron a casa de Claire para preparar un poco todo.

-¿Para qué quieres confeti, Claire? -le preguntó Lola, cargando con una enorme llena de confeti.

-Para soltarlo a las doce, cuando Julian y yo nos estemos besando... -dijo ella, sonriendo.

-Cierto, tengo que buscar a alguien a quién besar mañana. -dijo Grace, echando las manos a la cabeza.

-¿Y tú a quién vas a besar, Lola? -preguntó Isabella.

-A nadie. -dijo ella, riendo.

-¿A nadie de tu equipo? -preguntó Grace.

-No, chicas, son mis amigos. -dijo Lola.- ¿Dónde dejo esto, Claire?

-¿Puedes dejarlo arriba, en la puerta de mi habitación? -le dijo su amiga.

-Claro. -dijo desapareciendo de la cocina. Las otras tres se juntaron.

-Se aceptan apuestas. -dijo Grace.- Yo voto por Robert.

-Yo por Logan Benson. -dijo Claire.

-Yo voto por Ryder. -dijo sonriendo Isabella.

-¿Ryder Johnson? -preguntó extrañada Claire. Isabella asintió.


-Yo se quién va a perder... -dijo Grace. Las tres se rieron y disimularon cuando Lola volvió.

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