Era treinta de diciembre de 2001, domingo. Inés se
levantó temprano y se fue a desayunar. Desayunó con Lucía. Preparó
una bolsa con algo de ropa de deporte y salió a las frías calles de
Madrid. Cogió un autobús urbano y se sentó sola, al lado de la
ventana. Viajó durante quince minutos y cuando el autobús se paró
delante de un instituto se bajó. Era su instituto, estaba cerrado
claro, pero la puerta del pabellón estaba abierta. Entró y lo
encontró vacío. Entró en el vestuario, también vacío y se cambió
de ropa. Se puso sus zapatillas de baloncesto y se ató el pelo en
una coleta. Salió a la pista y cogió un balón. Se puso a tirar
triples en silencio, hasta que escuchó unas risas en la entrada.
Miró hacia allí y se encontró con su equipo. Las chicas de su
equipo al verla, se pusieron a gritar y a correr hacia ella.
-¡Inés! -gritaron todas.
Se lanzaron sobre Inés. Ella, claro, las recibió con
los brazos abierto y alegría. Empezaron a gritarse unas a las otras.
Hasta que un hombre entró.
-¿¡Qué es esto!? -preguntó escandalizado. Las chicas
se abrieron para que él pudiera ver a Inés.- ¿Inés?
-Hola, Fran. -dijo ella con una sonrisa. Él sonrió y
ella corrió a abrazarlo. Saltó y se colgó de él.
Francisco fue el primer entrenador de Inés e Inés fue
una de las jugadoras de su primer equipo. Después él se fue a
entrenar a otros equipos y ella fue entrenada por otros. Pero años
después él volvió a entrenarla. Era su favorita, sí. Francisco
tenía veinticuatro, por lo que solo era ocho años más mayor que
Inés.
-¿Qué haces aquí, enana? -le preguntó cuando ella
volvió al suelo.
-No te ilusiones, todavía no vuelvo. Estoy de visita.
-dijo ella.- Por cierto, ¿estás más gordo?
-¿Y tú más pequeña? -su relación era así. Pero
detrás de todas las bromas había complicidad y algo de amor.- Te
quedas a entrenar.
-Vale... -dijo ella sonriendo.
-Vosotras, ¿a qué esperáis? ¡A cambiarse! -les dijo
Francisco al resto de jugadoras.
-Inés, ¿nos acompañas? -le propuso Marta, una
compañera.
-De eso nada. Inés se va a quedar aquí, contándome
porque está jugando en un equipo de chicos. -dijo Francisco,
agarrando a Inés por un hombro y dirigiéndola hacia las gradas,
para sentarse.
Inés le contó a su entrenador todo lo ocurrido y lo
que le costó poder jugar con los chicos de Duendes Verdes. Le contó
su experiencia en los partidos y algo de sus compañeros y su
entrenador. Cuando sus antiguas compañeras estuvieron listas el
entrenamiento empezó. Fue un entrenamiento un poco de broma, pero
muy activo. Jugaron un partido durante la hora y media que duraba el
entrenamiento. Después del entrenamiento, las chicas s fueron a
duchar y Francisco las esperó en la calle para cerrar con llave a
puerta del pabellón.
-¿Cuando te vas? -le preguntó Fran a Inés cuando ésta
salió del pabellón.
-En una semana. -dijo ella.
-¿Y cuándo vuelves a España? -le preguntó ahora
Lorena.
-En mayo. -contestó Inés.
-Pero, ¿no terminas el curso allí? -preguntó Ana.
-Sí, pero allí terminan antes. -explicó Inés.
-Bueno, si quieres la semana que viene puedes volver.
-le dijo Francisco.
-Vendré. -prometió Inés.
-Eso espero. -le dijo Francisco.
Entonces, el equipo de los chicos de su misma edad
estaban llegando, entrenaban después de ellas. Entre ellos estaban
Nico, Yago y Raul, sus mejores amigos. Ella, al verlos echó a correr
hacia ellos y se fundieron en un enorme abrazo. La verdad es que los
echaba de menos.
En Bugle, Lola, Isabella, Grace y Claire estaban
comprando todo para la fiesta de Claire. Lo imprescindible: comida,
adornos, música, bebida y ropa. Lola se había decidido por un
simple vestido negro. Isabella compró una falda roja con una blusa
blanca. Grace ya tenía un vestido que había sido de su madre,
precioso. Y Claire era la única que todavía no tenía vestido para
la fiesta.
-¿Este, este, este o aquel? -preguntó señalando
cuatro vestidos muy diferentes.
-Aquel. -dijeron todas a la vez. Señalaron un vestido
rojo.
-Me lo voy a probar. -dijo Claire. Se fue a los
cambiadores y el resto esperó fuera.
-Se probó al menos siete vestidos. -se quejó Lola.
-Ya sabes lo que dicen: al octavo va el vencido. -dijo
Isabella. Todas rieron.
-O no. -añadió Grace, lo que hizo que todas rieran
más.
-Pues todavía queda: -dijo Lola, mirando la lista.-
Adornos, bebida y los zapatos para Claire.
-¡Chicas! -gritó Claire, saliendo del cambiador.- Está
hecho a mi medida. -dijo dando un par de vueltas delante de ellas.
-Te queda como anillo al dedo. -dijo Grace.
-¡Decidido! Ese es tu vestido. -dijo Lola.
-Me lo llevo. -dijo Claire, volviendo al cambiador.
-Menos mal... -añadió Isabella.
Compraron el resto de las cosas y fueron a casa de
Claire para preparar un poco todo.
-¿Para qué quieres confeti, Claire? -le preguntó
Lola, cargando con una enorme llena de confeti.
-Para soltarlo a las doce, cuando Julian y yo nos
estemos besando... -dijo ella, sonriendo.
-Cierto, tengo que buscar a alguien a quién besar
mañana. -dijo Grace, echando las manos a la cabeza.
-¿Y tú a quién vas a besar, Lola? -preguntó
Isabella.
-A nadie. -dijo ella, riendo.
-¿A nadie de tu equipo? -preguntó Grace.
-No, chicas, son mis amigos. -dijo Lola.- ¿Dónde dejo
esto, Claire?
-¿Puedes dejarlo arriba, en la puerta de mi habitación?
-le dijo su amiga.
-Claro. -dijo desapareciendo de la cocina. Las otras
tres se juntaron.
-Se aceptan apuestas. -dijo Grace.- Yo voto por Robert.
-Yo por Logan Benson. -dijo Claire.
-Yo voto por Ryder. -dijo sonriendo Isabella.
-¿Ryder Johnson? -preguntó extrañada Claire. Isabella
asintió.
-Yo se quién va a perder... -dijo Grace. Las tres se
rieron y disimularon cuando Lola volvió.

Me encanta siguela ☺
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