jueves, 25 de diciembre de 2014

XLII.

Ryder llegó y casi todo el mundo estaba ya allí. Vio a Inés y ésta le medio sonrió. Avanzó entre las gradas hasta ella y besó su cabeza.

-Siéntate aquí. -le dijo palmeando el sitio que estaba a su lado. A su otro lado estaba Mason, y delante de Mason Isabella y Owen.- ¿Lola va a venir?

-No lo se. -dijo Ryder, con tono preocupado.

-Sí, allí está. -dijo Mason. Lola estaba entrando en el pabellón con su padre. Éste le besó la cabeza y ella subió por las gradas y se sentó al lado de Ryder.- ¿Cómo estás, Lola? -le preguntó Mason que la última vez que la vio fue cuando la dejó con los enfermeros.

-Estoy bien. Y gracias, Mason. -dijo Lola.

-No me des las gracias. -pidió Mason. Lola le sonrió y él volvió la mirada al frente. El director iba a pronunciar unas palabras en honor a los fallecidos en el tiroteo del instituto.

-Buenos días a todos. Supongo que para todos es difícil volver aquí, pero os agradezco que lo hagáis por los fallecidos el pasado lunes, 18 de febrero. -unas cestas con velas empezaron a correr por las manos de los adolescentes. Todos cogieron una.- Hoy vamos a encender estas velas por ellos, por nuestros alumnos. Nathan, Alex y Jake, como todos los conocían, se merecen esto y mucho más. Por eso se va a hacer pública una placa en honor a cada uno de ellos. Jake y Alex pertenecían al equipo de football y Nathan al club de audiovisuales. -al decir esto, los miembros de los dos grupos se levantaron. Antes de irse al medio del pabellón, donde estaba el director y todos los profesores, Owen besó la cabeza de Isabella. Julian, como capitán del equipo de football, y Leonard, como representante del club de audivusiales, se acercaron al micrófono.

-Por Nathan. -dijo Leonard.

-Por Alex y Jake. -dijo Julian. Todos los alumnos se levantaron y guardaron un minuto de silencio.

El minuto de silencio se cumplió. Para muchos de ellos un minuto de silencio era totalmente insuficiente para hacer honor a esos tres adolescentes, pero era lo que había. Después del minuto de silencio los adolescentes fueron saliendo poco a poco. El equipo de football se quedó en medio de la pista, con las manos en la espalda y la mirada en el suelo. De los últimos en salir fueron Lola, Inés, Grace, Claire, Isabella y los chicos de baloncesto. Cuando iban a salir, Claire e Isabella se pararon y se acercaron al equipo de football.

Isabella le cogió la mano a Owen y este no pudo evitar llorar. Claire y Julian se abrazaron y los dos lloraron en el hombro del otro. Finalmente se unieron a salir del instituto con el resto. Salían caminando despacio y se pararon delante de un homenaje con velas en el medio del pasillo. Grace se agachó y encendió una vela por todos ellos.

-Lola... -le dijo su padre cuando salieron del instituto. Lola asintió y miró a sus compañeros. Julian, su mejor amigo, se acercó a ella y la abrazó.

-Lo siento mucho, Julian. -le dijo ella entre el abrazo.

-Yo lo siento. -dijo él, haciendo sonar su nariz. Se separaron y Lola le sonrió. Ésta se acercó a Ryder y lo abrazó antes de irse con su padre.

Todos volvieron a sus casas y la noche volvió a llegar, la parte más difícil para unos y más fácil para otros. Para gente como Isabella o Ryder, era un alivio. Dormir les hacía olvidar por un tiempo todo lo que habían vivido. Pero, en cambio, para personas como Inés era la peor parte.

Lo intentó. Se acostó, cerró los ojos y se quedó dormida. Pero no pasó ni media hora, cuando ya estaba de vuelta en aquella biblioteca. Escondida en una esquina, sola. De repente la puerta se abría y escuchaba unos pasos. Se acercaba a ella y la veía. Pero ella no lo veía a él. Era una persona, un hombre, sin cara. Pero tenía una pistola y estaba apuntando directamente hacia ella.

Volvió a abrir los ojos. Estaba sudando y temblando. Fuera la lluvia y el viento golpeaban la ventana. Se levantó despacio y buscó la sudadera de Duendes Verdes. Se la puso y respiró despacio. Salió de su habitación y bajó las escaleras. Intentó hacer el menor ruido posible y se preparó un café. Poco después sintió una mano en su hombro y se asustó.

-Soy yo, soy yo... -le dijo Mason, intentando tranquilizarla.- Perdón, no te quise asustar.

-No pasa nada... -dijo ella, volviendo a respirar con naturalidad.

-¿Estás bien? -preguntó preocupado.

-Sí, solo estoy un poco nerviosa. -dijo ella, peinándose.

Los dos se sentaron en la mesa y ella pasó sus manos alrededor de la taza, para no pasar frío.

-¿Quieres un poco, Mason? -le propuso Inés.

-No, no quiero. -dijo él, medio sonriendo.- Inés, ¿qué te está pasando? Es la quinta noche que no duermes. Tienes mala cara. -dijo acariciándole la mejilla.

-Pues cinco noches hace que pasó lo del instituto... -dijo ella.- Tengo pesadillas, no puedo cerrar los ojos...

Mason se acercó y la abrazó. Ella volvió a llorar, como hacía cada vez que la abrazaban y estaba pensando en el 18 de febrero de 2002. Él le acarició el pelo y la abrazó durante un tiempo.

-¿Tú por qué estás despierto? -le preguntó separándose un poco.

-Te escuché. -confesó él.

-Lo siento, no quería despertar a nadie.

-Tengo el sueño ligero.

-Ve a dormir. Tranquilo. -dijo Inés, separándose totalmente de él.

-No, yo me quedo contigo. -dijo Mason, negando.

-No puedo pretender que te quedes despierto por mi culpa. Yo voy a estar bien. -insistió Inés.

-Pero yo me quedo despierto contigo porque quiero. -dijo él, sirviéndose una taza de café. Se sentó a su lado y miró como Inés lo miraba.- ¿Por qué me miras así?

-No me puedo creer que te estés quedando conmigo en mitad de la noche porque tengo pesadillas.

-Inés, sabes que nunca sentí esto por nadie. Solo por mi madre, pero no es igual. -dijo él. Inés se rió del chiste de Mason.- Vamos, dame una oportunidad... -pidió él, acercándose a ella. Pero Inés echó su cabeza hacia atrás.- Vamos, Inés...

-Pareces un niño pequeño. -dijo ella, riéndose.

-¿A sí? -preguntó él, sonriendo.- ¿Un niño pequeño? -preguntó él, acercándose a ella. La abrazó por detrás y le hizo unas cosquillas. Ella se rió lo más bajo que pudo.

-Mason que voy a despertar a tu familia. -dijo ella, riéndose.- Además, no están las cosas para romances imposibles. Se acaban de morir tres chicos, todos parecemos que nos quitaron el alma, Lola está lastimada...

-Bueno, entonces, ¿me prometes que cuando todo esto se tranquilice lo vas a pensar?


-Sí, lo pensaré.

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