El martes llegó y Lola se levantó con hambre, por no
haber cenado la noche anterior. Desayunó con sus padres y casi no
pronunció ni una palabra. Subió al autobús escolar y se fue al
instituto. Inés hizo exactamente lo mismo, la única diferencia fue
que Mason la llevó al insitituto.
-Chicas, que tengáis un buen día. -les dijo Mason a
Inés y a Bella.
-Y tú suerte con el examen. -añadió Inés. Mason
cursaba hoy un examen de la universidad.
Las dos se bajaron del coche. Inés agarró el asa de su
mochila y caminó mirando el suelo. Isabella pasó su brazo por los
hombros de su amiga.
-Alegra esa cara. Venga, hazlo por mi. -dijo Isabella.
Inés levantó la cabeza y forzó una sonrisa.
Vio a Lola bajar del autobús. Las dos se miraron y se
saludaron con la mano. Lola fue directa a los pasillos del instituto
de Duendes Verdes y abrió la suya.
-¡Lola! -le gritó Julian, feliz, cuando la encontró.
Ella lo miró pero no contestó.- ¿Qué pasa? -preguntó su amigo.
-No puedo jugar al baloncesto. -dijo dándose la vuelta
y apoyando la espalda contra la taquilla contigua.
-¿Por qué?
-Porque la federación no quiere que dos chicas jueguen
al baloncesto. -explicó Lola.
-Pero Lola, no puedes...
-Lola, tenemos que hablar. -dijo Ryder, interrumpiendo.
Los dos miraron a Ryder muy sorprendidos.
-Te veo después. -dijo Julian. Le dio un beso en la
frente a Lola y se marchó.
-¿Qué pasa?
-¿Qué te pasa a ti? Ayer te fuiste sin terminar el
entrenamiento, hoy esa cara de muerto... Vamos. -dijo Ryder.
-No podré jugar este año al baloncesto. -dijo Lola,
utilizando eso como excusa.
-Lo se, tu padre nos lo contó al final del
entrenamiento. -dijo Ryder.- Pero no puedes estar así.
-¿Cómo quieres que esté? -dijo elevando un poco el
tono de voz.- ¿Cómo te sentirías tú si no te dejaran jugar al
baloncesto?
-Yo...
-Y además, tuvieras que ver como otros juegan.
-Lola.
-Y ver como disfrutan de tu deporte favorito, mientras
tú te sientas en las gradas a ver...
-¡Lola! -esta vez Ryder interrumpió a Lola. Ésta se
calló y lo miró.- ¿Te acuerdas de lo que dijiste ayer en el
entrenamiento?
-¿Qué?
-¿Lo qué dijiste al principio, cuando tu padre nos
dijo que estábamos todo dentro? -insistió Ryder.
-¿Cuándo mi padre preguntó la norma principal?
-entonces Ryder asintió.- Que no se podía tirar la toalla.
-Pues, entonces, aplícatela. -le dijo mirándola
profundamente a los ojos. Después la dejó sola, ahí, pensando.
Hasta que Inés apareció. Apoyó la espalda a su lado y la miró.
-Ryder tiene razón. -dijo Lola.
-¿En qué? -preguntó Inés.
-En que está prohibido tirar la toalla. En que no nos
podemos rendir. En que tenemos que hacer algo. -dijo, ahora
mirándola, Lola.
-¿Cómo vamos a hacer eso? -preguntó Inés.
-Llamando a la federación.
Inés y Lola, durante la comida, llamaron a la
federación de baloncesto e hicieron una petición: que, por lo
menos, fueran a ver su entrenamiento antes de tomar una decisión
definitiva. El hombre con el que hablaron no les prometió nada, pero
intentaría ir. Las chicas esperaron ansiosas al entrenamiento, tanto
que hasta llegaron mucho antes al pabellón. Se cambiaron, Inés le
hizo la trenza a Lola y se pusieron a tirar a canasta hasta que el
entrenamiento empezara. Cuando los chicos entraron se sorprendieron
de verlas ya allí.
-¿Qué hacen aquí? -preguntó Richard.
-No lo se... -dijo Jerry. Se fueron a cambiar, pero
antes Ryder les dedicó una sonrisa.
George llegó y el entrenamiento empezó. Hicieron
montones de ejercicios, pero nadie aparecía por allí. Las chicas,
cada vez que miraban a las gradas, se decepcionaban más y más.
Pero, cuando estaban a punto de jugar dos contra dos, la puerta se
abrió haciendo ruido, por lo que todos miraron.
-Buenas tardes. -dijo un hombre de traje y corbata.
Tendría unos cincuenta años, pero detrás de él entró otro hombre
de unos veinte años, también de traje y corbata.
-Esperad. -dijo George, que fue a hablar con esos
hombres.
Éstos le explicaron que habían recibido una llamada
pidiendo que fueran a ver el entrenamiento de Duendes Verdes para
replantearse lo de las chicas. Los dos hombres le pidieron a George
que sus chicos jugaran cinco contra cinco, para ver a las chicas en
plena acción. Esa tarde faltaba Logan, que estaba enfermo, por lo
tanto eran diez justos, perfectos para jugar cinco contra cinco.
George hizo dos equipos a un lado Inés, Cosmo, Kevin,
Roberto y Jerry. Al otro lado Lola, Ryder, Thomas, Caleb y Richard.
El partido iba a empezar y Rder se acercó a Lola.
-No la cagues ahora. -le dijo al oído.
Lola suspiró para relajarse y el partido comenzó. A
medida que los minutos iban pasando los hombres estaban más
impresionados. Las chicas, pese a ser las dos muy delgadas pequeñas,
tenían mucha fuerza. Además, en ambas se notaban los años de
práctica, Inés en su equipo y Lola con su padre, en el jardín de
su casa. Cuando el entrenamiento terminó los dos hombres se
despidieron con la promesa de pensar de nuevo la opción de dos
chicas jugando en un equipo masculino.

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