sábado, 20 de septiembre de 2014

XVI.

Las semanas pasaron y el momento en el que George Forbes tendría que decidir si algún jugador iba a abandonar el equipo llegó. Era esa semana, ese lunes, en ese entrenamiento. Después de eso, escogerían un capitán, componente vital de un equipo. Además, George Forbes había presentado la solicitud de que dos mujeres jugaran en el equipo, obtendría la respuesta pronto.

En esas dos semanas pasó de todo un poco. Inés y Lola se acercaron todavía más al equipo de baloncesto y comieron varias veces con ellos, en el instituto. Inés se había vuelto muy amiga de Logan, Cosmo y Thomas, al igual que Lola con Robert y Jerry. Marcel y Mason se habían medio reconciliado y la situación en la casa Flint ya no era tensa. Isabella, Grace, Claire, Sophia y Elsa habían conseguido cinco chicas más y que el director les dejara crear otro equipo de animadoras.

Durante la hora de la comida, Lola vio a Inés sentada sola en la mesa donde se sentaban habitualmente.

-¿Qué haces? -dijo sorprendiéndola. Inés levantó la cabeza alarmada y posó su mano en el pecho.

Qué susto me diste, Lola! -le dijo, casi riendo.

-Lo siento. ¿Por qué estás tan concentrada?

-Les escribo a mi familia y a mis amigos de España. -dijo Inés.

El segundo paquete de carta procedente de España había llegado ese fin de semana y ahora tocaba responder.

-Hoy es veinticuatro de septiembre, mi padre decidirá si echar a algún jugador o no. -dijo Lola, apoyando su cabeza en la mano.

-¿Echará a alguien? Creo que nadie se lo merece...

-Ya, pero Ryder sigue con esa actitud en la pista que a mi padre no le gusta nada. -dijo Lola, con tono preocupante.

-¿Crees que tu padre puede echar a Ryder? No... No, no lo va a hacer, Lola. -dijo Inés, guardando sus cartas. Isabella y Owen llegaron a la mesa.

-Hola, chicas. -dijo Owen.

-¿Qué tal? -preguntó Lola. Entonces tanto Lola como Inés se fijaron en un golpe que tenía Owen en la parte superior de la mejilla, bajo el ojo izquierdo.

-¿Qué te pasó? -preguntó Inés.

-Hubo una pelea en el equipo de football ayer, en el entrenamiento. -explicó Isabella.

-¿Seguís peleados? -preguntó Lola. Sabía la respuesta ya que la mitad del equipo de football se seguía sentando con Rachel y las otras animadoras. Rachel también había conseguido cinco animadoras más.

-Sí... Insisten en apoyar a Rachel... -dijo Owen, mirando malhumorado la mesa donde estaban algunos de sus compañeros.

La comida transcurrió con normalidad, sin peleas, ni discusiones, ni comida volando de un lado a otro de la cafetería. Después de eso, cada uno se fue a hacer sus deberes. Isabella fue a ensayar con el club de teatro, del que seguía formando parte, además de las animadoras. Algunos fueron a la biblioteca a estudiar y otros a entrenar con sus equipos. Este era el caso de Inés y Lola, que se fueron al pabellón. Se cambiaron y cuando salieron, como siempre, Inés le hizo una trenza a Lola en el pelo. El entrenador Flint llegó más serio de lo normal y, en vez de mandarlos calentar, los mandó sentarse en las gradas, delante de él.

-Bien chicos. Ya sabréis que hoy termina el plazo de prueba en el equipo de baloncesto de Duendes Verdes. Así que, todos aquellos que entrenen hoy, entrenarán el resto del año también. Tenemos a los bases: Inés y Thomas.

Los dos se levantaron y fueron hacia la espalda de George, como él había mandado. Cuando estuvieron allí, se abrazaron.

-Tenemos a los pívots: Logan, Jerry y Caleb. -los tres hicieron lo mismo que los anteriores y se abrazaron a ellos cuando llegaron.- El único ala-pívot: Roberto. Los aleros: Richard y Kevin. Y, por último, los escoltas: Cosmo, Lola y Ryder.

-¿Estamos todos dentro? -preguntó, feliz, Caleb.

-Sí, pero algunos por muy poco. -dijo George.- A partir de ahora esto es muy serio. Nada de llegar tarde, de faltar al respeto y, mucho menos, de pensar en yo. Somos un equipo, los doce. -once jugadores y el entrenador.- Tenéis que pensar menos en lo mejor para vosotros y lo mejor para el equipo. Y, sobre todo, ¿cuál es mi norma número uno, Kevin?

-Eh... -el jugador dudó unos segundos.- ¿No dar más de dos pasos después de agarrar el balón? -todos se rieron de la imaginación del alero del equipo.

-No, no es eso, Kevin. -dijo Geroge, riéndose también.

-Nunca tirar la toalla. -dijo Lola, interrumpiendo la risa de todos. Todos la miraron y ella sonrió.

-Exacto. -dijo George.- Muy bien, ahora a entrenar.

Los chicos se pudieron a correr, saltar y a sudar. Pero todo eso iba acompañado de risas y felicidad. Entrenaron realmente bien, pese a que fue un entrenamiento muy duro. Para terminar, George decidió jugar cinco contra cinco. Uno descansaría. Pero en medio del ejercicio recibió una llamada, por eso dejó de vigilar a sus jugadores. Cuando colgó, llamó a Lola y a Inés, que dejaron la pista para dejar jugando cuatro contra cuatro. Se sentaron en el banquillo, enfrente a él.

-¿Qué pasa? -preguntó Inés, con la respiración agitada de correr.

-Tengo noticias, chicas. Y no son buenas. -añadió George. Las dos jugadoras se miraron entre ellas.- Me acaban de llamar desde la federación. Presenté la solicitud para que pudierais jugar. Pero fue rechazada. No quieren que juguéis. Dicen que los riesgos son altos, ya que las diferencias físicas entre un hombre y una mujer a vuestra edad ya es notoria.

-Pero entrenamos siempre con ellos y no nos pasa nada. -dijo Lola.

-Lo se y lo entiendo, pero ellos no. Lo siento mucho, chicas. -ya ninguna de las dos lo miraba fijamente, sino que miraban al suelo y a las paredes.- Podréis seguir entrenando, pero no jugar.

Lola se levantó y se fue a los vestuarios. Inés se levantó, frotó sus ojos y volvió al campo. Sin Lola, pudieron jugar cinco contra cinco sin descanso. Pero la alegría y la felicidad ya no se veía en las caras de los jugadores. Aunque los chicos no supieran lo que estaba pasando, se lo podían imaginar.

Lola salió antes del pabellón y volvió caminando a su casa, despacio y sola. Inés hizo lo mismo después del entrenamiento, esta vez no esperó a Logan, Thomas y Cosmo. Cuando Lola llegó a su casa vio que el coche de su padre no estaba en casa, lo que significaba que aun no había llegado. Saludó a su madre y subió a su habitación. Allí, se dejó caer en la cama con la cara hundida en la almohada. Inés llegó a su casa y Mason estaba sacando la basura.

-¿Qué? ¿Estás dentro? -le preguntó con una sonrisa, sabía que hoy era el día en el que se decidiría el equipo definitivo.

-Sí... -dijo ella, forzando la voz.

-¿Qué pasa? -le preguntó al notar su cara triste.

-No podré jugar, porque soy una mujer. -dijo ella, dejando que la primera lágrima se asomase por su ojo. Mason bufó y se acercó a ella y la abrazó. El abrazo no fue cómodo para ninguno, ya que no tenían tanta confianza para eso, pero Inés se lo agradeció mucho de todas formas.


En casa de los Forbes, cuando George llegó su mujer ya estaba terminando de hacer la cena. Marilyn le pidió que fuera a avisar a Lola y eso hizo. Abrió la puerta de su habitación. La luza estaba apagada y el cuerpo de su hija metido en la cama, mirando hacia la pared. Supuso que estaba dormida o que quería estar sola, así que la dejó en paz. La segunda opción era la correcta. Lola sabía que su padre estaba allí para avisarle de que la comida estaba sobre la mesa, pero al sentir la puerta cerrarse otra vez notó un gran alivio. No tendría que levantarse hasta la mañana siguiente, tendría tiempo para pensar.

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