Las semanas pasaron y el momento en el que George Forbes
tendría que decidir si algún jugador iba a abandonar el equipo
llegó. Era esa semana, ese lunes, en ese entrenamiento. Después de
eso, escogerían un capitán, componente vital de un equipo. Además,
George Forbes había presentado la solicitud de que dos mujeres
jugaran en el equipo, obtendría la respuesta pronto.
En esas dos semanas pasó de todo un poco. Inés y Lola
se acercaron todavía más al equipo de baloncesto y comieron varias
veces con ellos, en el instituto. Inés se había vuelto muy amiga de
Logan, Cosmo y Thomas, al igual que Lola con Robert y Jerry. Marcel y
Mason se habían medio reconciliado y la situación en la casa Flint
ya no era tensa. Isabella, Grace, Claire, Sophia y Elsa habían
conseguido cinco chicas más y que el director les dejara crear otro
equipo de animadoras.
Durante la hora de la comida, Lola vio a Inés sentada
sola en la mesa donde se sentaban habitualmente.
-¿Qué haces? -dijo sorprendiéndola. Inés levantó la
cabeza alarmada y posó su mano en el pecho.
-¡Qué susto me diste, Lola! -le dijo, casi riendo.
-Lo siento. ¿Por qué estás tan concentrada?
-Les escribo a mi familia y a mis amigos de España.
-dijo Inés.
El segundo paquete de carta procedente de España había
llegado ese fin de semana y ahora tocaba responder.
-Hoy es veinticuatro de septiembre, mi padre decidirá
si echar a algún jugador o no. -dijo Lola, apoyando su cabeza en la
mano.
-¿Echará a alguien? Creo que nadie se lo merece...
-Ya, pero Ryder sigue con esa actitud en la pista que a
mi padre no le gusta nada. -dijo Lola, con tono preocupante.
-¿Crees que tu padre puede echar a Ryder? No... No, no
lo va a hacer, Lola. -dijo Inés, guardando sus cartas. Isabella y
Owen llegaron a la mesa.
-Hola, chicas. -dijo Owen.
-¿Qué tal? -preguntó Lola. Entonces tanto Lola como
Inés se fijaron en un golpe que tenía Owen en la parte superior de
la mejilla, bajo el ojo izquierdo.
-¿Qué te pasó? -preguntó Inés.
-Hubo una pelea en el equipo de football ayer, en el
entrenamiento. -explicó Isabella.
-¿Seguís peleados? -preguntó Lola. Sabía la
respuesta ya que la mitad del equipo de football se seguía sentando
con Rachel y las otras animadoras. Rachel también había conseguido
cinco animadoras más.
-Sí... Insisten en apoyar a Rachel... -dijo Owen,
mirando malhumorado la mesa donde estaban algunos de sus compañeros.
La comida transcurrió con normalidad, sin peleas, ni
discusiones, ni comida volando de un lado a otro de la cafetería.
Después de eso, cada uno se fue a hacer sus deberes. Isabella fue a
ensayar con el club de teatro, del que seguía formando parte, además
de las animadoras. Algunos fueron a la biblioteca a estudiar y otros
a entrenar con sus equipos. Este era el caso de Inés y Lola, que se
fueron al pabellón. Se cambiaron y cuando salieron, como siempre,
Inés le hizo una trenza a Lola en el pelo. El entrenador Flint llegó
más serio de lo normal y, en vez de mandarlos calentar, los mandó
sentarse en las gradas, delante de él.
-Bien chicos. Ya sabréis que hoy termina el plazo de
prueba en el equipo de baloncesto de Duendes Verdes. Así que, todos
aquellos que entrenen hoy, entrenarán el resto del año también.
Tenemos a los bases: Inés y Thomas.
Los dos se levantaron y
fueron hacia la espalda de George, como él había mandado. Cuando
estuvieron allí, se abrazaron.
-Tenemos a los pívots: Logan, Jerry y Caleb. -los tres
hicieron lo mismo que los anteriores y se abrazaron a ellos cuando
llegaron.- El único ala-pívot: Roberto. Los aleros: Richard y
Kevin. Y, por último, los escoltas: Cosmo, Lola y Ryder.
-¿Estamos todos dentro? -preguntó, feliz, Caleb.
-Sí, pero algunos por
muy poco. -dijo George.- A partir de ahora esto es muy serio. Nada de
llegar tarde, de faltar al respeto y, mucho menos, de pensar en yo.
Somos un equipo, los doce. -once jugadores y el entrenador.- Tenéis
que pensar menos en lo mejor para vosotros y lo mejor para el equipo.
Y, sobre todo, ¿cuál es mi norma número uno, Kevin?
-Eh... -el jugador dudó unos segundos.- ¿No dar más
de dos pasos después de agarrar el balón? -todos se rieron de la
imaginación del alero del equipo.
-No, no es eso, Kevin. -dijo Geroge, riéndose también.
-Nunca tirar la toalla. -dijo Lola, interrumpiendo la
risa de todos. Todos la miraron y ella sonrió.
-Exacto. -dijo George.- Muy bien, ahora a entrenar.
Los chicos se pudieron a correr, saltar y a sudar. Pero
todo eso iba acompañado de risas y felicidad. Entrenaron realmente
bien, pese a que fue un entrenamiento muy duro. Para terminar, George
decidió jugar cinco contra cinco. Uno descansaría. Pero en medio
del ejercicio recibió una llamada, por eso dejó de vigilar a sus
jugadores. Cuando colgó, llamó a Lola y a Inés, que dejaron la
pista para dejar jugando cuatro contra cuatro. Se sentaron en el
banquillo, enfrente a él.
-¿Qué pasa? -preguntó Inés, con la respiración
agitada de correr.
-Tengo noticias, chicas. Y no son buenas. -añadió
George. Las dos jugadoras se miraron entre ellas.- Me acaban de
llamar desde la federación. Presenté la solicitud para que
pudierais jugar. Pero fue rechazada. No quieren que juguéis. Dicen
que los riesgos son altos, ya que las diferencias físicas entre un
hombre y una mujer a vuestra edad ya es notoria.
-Pero entrenamos siempre con ellos y no nos pasa nada.
-dijo Lola.
-Lo se y lo entiendo, pero ellos no. Lo siento mucho,
chicas. -ya ninguna de las dos lo miraba fijamente, sino que miraban
al suelo y a las paredes.- Podréis seguir entrenando, pero no jugar.
Lola se levantó y se fue a los vestuarios. Inés se
levantó, frotó sus ojos y volvió al campo. Sin Lola, pudieron
jugar cinco contra cinco sin descanso. Pero la alegría y la
felicidad ya no se veía en las caras de los jugadores. Aunque los
chicos no supieran lo que estaba pasando, se lo podían imaginar.
Lola salió antes del pabellón y volvió caminando a su
casa, despacio y sola. Inés hizo lo mismo después del
entrenamiento, esta vez no esperó a Logan, Thomas y Cosmo. Cuando
Lola llegó a su casa vio que el coche de su padre no estaba en casa,
lo que significaba que aun no había llegado. Saludó a su madre y
subió a su habitación. Allí, se dejó caer en la cama con la cara
hundida en la almohada. Inés llegó a su casa y Mason estaba sacando
la basura.
-¿Qué? ¿Estás dentro? -le preguntó con una sonrisa,
sabía que hoy era el día en el que se decidiría el equipo
definitivo.
-Sí... -dijo ella, forzando la voz.
-¿Qué pasa? -le preguntó al notar su cara triste.
-No podré jugar, porque soy una mujer. -dijo ella,
dejando que la primera lágrima se asomase por su ojo. Mason bufó y
se acercó a ella y la abrazó. El abrazo no fue cómodo para
ninguno, ya que no tenían tanta confianza para eso, pero Inés se lo
agradeció mucho de todas formas.
En casa de los Forbes, cuando George llegó su mujer ya
estaba terminando de hacer la cena. Marilyn le pidió que fuera a
avisar a Lola y eso hizo. Abrió la puerta de su habitación. La luza
estaba apagada y el cuerpo de su hija metido en la cama, mirando
hacia la pared. Supuso que estaba dormida o que quería estar sola,
así que la dejó en paz. La segunda opción era la correcta. Lola
sabía que su padre estaba allí para avisarle de que la comida
estaba sobre la mesa, pero al sentir la puerta cerrarse otra vez notó
un gran alivio. No tendría que levantarse hasta la mañana
siguiente, tendría tiempo para pensar.

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