El entrenamiento del lunes fue muy tranquilo. Después
de ducharse, Cosmo, Logan y Thomas acompañaron a Inés a su casa. En
el jardín se encontraron con Mason. Los cuatro chicos corrieron a
abrazarse. Inés los miró mientras se reía, hasta que Cosmo alargó
su brazo, la rodeó por la cintura e hizo que se abrazara con ellos.
-Chicos, como os echo de menos. -confesó Mason.
-Y nosotros a ti. -dijo Logan.
-Tío, ¿qué es eso de que no estás en el equipo
universitario de Duendes Verdes? -le preguntó Thomas.
-No, no lo estoy.
-¿Por qué? -le gritó Thomas.
-Porque son muy malos, tío. -dijo Mason.
-Por eso mismo te necesitan. Venga, Mason, no puedes
abandonar el baloncesto. Nosotros el año que viene ya volvemos a
estar contigo. -dijo Cosmo.
-No se, chicos... Por cierto, Inés, llegaron cartas de
España.
-¿De España? -preguntó ella, con una sonrisa en la
cara.
-Sí. -dijo Mason. Inés salió corriendo hacia el
interior de la casa. A sus espaldas escuchó las risas de sus amigos.
En la cocina estaban Adela y Arianna.
-Adela, ¿hay cartas para mi?
-Sí, cariño. Son de España. -dijo Adela dándole
varias cartas unidas con un cordón.
Inés las cogió con una sonrisa y subió corriendo las
escaleras. Al pasar por delante de la puerta de la habitación de
Isabella, vio a ésta sobre la mesa, trabajando. Se paró y golpeó
la puerta con los nudillos.
-Bella, hola. -dijo con una sonrisa.
-Hola, Inés. ¿Cómo te fue?
-Muy bien. ¿Y tú? ¿Qué haces? -preguntó acercándose
a la mesa.
-Estoy diseñando los uniformes de las animadoras. -dijo
Isabella, enseñándole unos bocetos de uniformes negros con adornos
verdes.
-¿Negros? -preguntó Inés, mirándolos con
detenimiento.
-Sí, las animadoras de Rachel van de verde, así que
nosotras de negro. ¿Qué te parecen?
-Son realmente buenos, Bella. Se te da bien esto. -dijo
devolviendo los bocetos a su dueña.
-Gracias. -dijo Isabella.- ¿Te dijeron que llegaron
cartas para ti?
-Sí, sí, aquí las tengo. -dijo enseñándole el grupo
de cartas en su mano derecha.- Voy a leerlas ahora.
-Vale, nos vemos después. Yo voy a intentar terminar
esto para mañana.
Inés fue a su habitación y cerró tanto la puerta del
pasillo como la del baño. Era ya casi de noche, así que encendió
la luz de su escritorio. Se sentó allí y desató el cordón de las
cartas. Eran cartas de su familia. Había una de sus padres y de sus
dos hermanas pequeñas. Había otra de su equipo de baloncesto. Otra
de su amiga del instituto. Y, por última, una de su hermana mayor.
En la primera carta, Carmen y Mariano, sus padres, le
hablaban un poco de sus vidas, pero sobre todo le preguntaban sus
experiencias en Estados Unidos. Sus hermanas pequeñas, Lucía, de
catorce años, le hablaba del instituto y de su nuevo noviete. Y
Andrea, con sus once años, le hablaba de sus nuevos compañeros del
colegio y de sus nuevos profesores.
Después abrió la segunda carta, la carta de su antiguo
equipo de baloncesto. Allí, todas escribían un poco, incluso su
entrenador, Francisco, le dedicó unas líneas al final de la carta.
Hablaban de que ya habían empezado a entrenar y de como la echaban
de menos en la pista. Al final, un dibujo y unas fotos de la
temporada anterior.
La carta de su amiga del instituto, de su mejor amiga,
era la más larga que había leído hasta el momento. Era de Úrsula,
amiga desde los tres años. Compartieron todo: novios, ropa, amigas,
comida, alegrías, tristezas... Le decía cuanto la quería y lo
mucho que la echaba de menos en clase. Le contaba algunos cotilleos
de sus compañeros y describía su nueva clase. Por último, muchas
preguntas de su nueva vida en Estados Unidos.
Iba a empezar a leer la carta de Rocío Fernández, su
hermana mayor de veinticinco años, que ya no vivía en la casa
familiar, sino con su novio, Miguel. El sobre era rosa, el color
favorito de su hermana mayor. La abrió y reconoció en seguida la
letra de su hermana, pero Arianna la interrumpió.
-Inés, ya está la cena. -dijo desde la puerta. Inés
le sonrió.- Hoy mamá hizo hamurguesas.
-Que bien, Aria... -dijo Inés, dejando la carta de su
hermana otra vez en el sobre.
-¿Qué haces? -le preguntó, acercándose a su mesa.
-Leo unas cartas que me mandaron desde España.
-¿Me cuentas lo que te escribieron? -preguntó Arianna,
la más curiosa de la casa.
-Claro, pero te lo cuento mientras nos lavamos las manos
y vamos a cenar, ¿sí?
-Sí.
La familia Flint e Inés comieron las hamburguesas que
Adela había hecho. Pero después de comer todo el mundo se levantó
rápidamente. Isabella volvió con sus bocetos de los uniformes,
Mason se fue a estudiar e Inés a leer la carta de su hermana.
Rocío y ella siempre habían tenido una relación muy
buena. Rocío era ocho años mayor que Inés y eso hizo que las
hermanas estuvieran más unidas. Cuando Rocío dejó la casa de sus
padres y se independizó Inés tenía diez años, Lucía ocho y
Andrea cinco.
Rocío le contaba como estaba siendo su primera
experiencia laboral. También hablaba de su relación con Miguel.
Miguel era un gran chico que se llevaba a las mil maravillas con toda
la familia Fernández. Mencionaba que había vuelto al baloncesto en
un equipo profesional. Era una carta muy larga, las más larga de
todas. Pero eso era porque por el medio estaba la letra de Stand
by me, de Seal, canción favorita de Rocío y de Inés. Al final
de todo, llegó la sorpresa de la carta.
Me encantaría que estuvieras aquí para poderte
contar esto en persona, pero estás viviendo una experiencia
fantástica y me alegro mucho por ti. Bueno, quería contarte que en
ocho meses tendrás que estar aquí, no tienes opción. Porque en
ocho meses nacerá tu primer sobrino o sobrina y no te lo querrás
perder, ¿no? Se que es una noticia fuerte para escribirla en una
carta, pero es lo que hay. Contéstame y cuéntame todo lo que te
está pasando al otro lado de la charca. Te quiere mucho, tu hermana
mayor.
PD: Te envío una foto con papá, ponla en tu
habitación. Con cada carta que te mande irá también una foto,
espero lo mismo por tu parte.

Siguela me encanta como escribes
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