sábado, 9 de agosto de 2014

41:

Francesca llegó corriendo del trabajo su entrenamiento con Peter. Llegaba un poco tarde y no podía más, estaba agotada. En los últimos días había ayudado a Victoria a encontrar un apartamento en la ciudad, en dos días tendría que partir ya que el curso universitario volvía a empezar.

-Llegas tarde, Frankie. -dijo Peter. Francesca esperó a recuperar el aire y después respondió.

-Lo se, pero no pude salir antes del café... -dijo ella con la respiración entrecortada.- Odio mi trabajo, Peter. -se quejó, sentándose en la arena.

-Lo se, Frankie. Pero por ahora no hay nada más, la única opción es que empezaras tu propio negocio... -dijo cediéndole su mano y ayudándola a levantarse.- Empezamos ya en el agua. -dijo dándole su tabla.

Francesca asintió y se lanzó al mar. No estaba concentrada en ese día, estaba muy cansada. Peter se dio cuenta y suspendió el entrenamiento. Dejó que su hermana fuer a casa a descansar. Francesca se duchó y se dejó caer en el sillón. Observó toda la habitación de arriba a abajo. Encontró con la mirada las cajas donde había guardado las cosas que encontró cerca de aquella isla. Se levantó y abrió las cajas.

-Como te gusta guardar chatarra...

Eso le había dicho Victoria en una ocasión. Francesca sonrió, era cierto, le encantaban las cosas viejas, las cosas que pertenecieron a otras personas y que ya tienen una historia. La verdad, le gustaba la historia en general, por eso había ayudado de Blake durante todo el verano para poder tener la secundaria.

Observó las cosas de las cajas un rato más y después encendió la televisión. No había nada que ver interesante. Entonces, paró en un canal infantil y le llamó la atención ver en antena una serie que ella veía de pequeña.

Era sobre cuatro adolescentes. Dos de ellos eran pareja y los otros dos los mejores amigos de la pareja. La protagonista, le gustaba estudiar y bailar. A su novio, le encantaba cantar y bailar y era un mal estudiante. Al mejor amigo de él le costaba mucho pensar, era el más tonto del grupo, aun que solía ser simpático y gracioso. Y, por último, la amiga de ella, que era una pasota, que tuvo varios empleos para adolescentes durante toda la serie.

Justo en ese capítulo, la amiga de la protagonista, tenía un trabajo temporal en una tienda de antigüedades. Francesca, al ver esto, se emocionó y se levantó del sillón. Apagó el televisor y cogió sus cosas. Después salió corriendo hacia el Sasha's, donde esperaba encontrar a su hermano. Cuando llegó lo vio, sentado con su madre, Marcus y su otra hermana en una mesa. Parecía que estaban discutiendo.

Peter, en cuanto la vio, suspiró. Parecía aliviado de que Francesca hubiera llegado. Se disculpó ante su familia, se levantó y se acercó a Francesca.

-Hola, Frankie. Me acabas de salvar. -dijo Peter, después de darle un beso en la mejilla.

-¿Qué pasa? -preguntó Francesca.

-Están discutiendo. Porque Sasha no se presentó a ningún examen para conseguir la secundaria y tendrá que volver al instituto. -dijo Peter.- Entonces sus padres le están gritando por no haber estudiado en verano y ella está diciendo que le daba igual, que repetirá curso y punto. Entonces mi madre dijo que no lo haría en el mismo instituto, que si quería terminar el instituto lo hará desde casa.

-Pero, ¿por qué? -preguntó Francesca, sorprendida.

-Porque piensan que repetir curso es para las personas que no trabajan y que no tendrán un futuro... -dijo Peter, revoleando los ojos.- Da igual, déjalos, ya lo arreglarán ellos... ¿Tú a qué venías?

-A hablar contigo, tengo una idea. -dijo Francesca, recuperando la sonrisa.

Peter pasó un brazo por su espalda y la condujo hasta el despacho que estaba al lado de la cocina del café. Peter se sentó detrás de su escritorio y Francesca enfrente a él.

-Estuve pensando en lo que me dijiste de crear mi propio negocio y además, encontré unas cajas con cosas viejas en casa. -dijo Francesca, emocionada.- Creo que podría funcionar una tienda de antigüedades. La gente podría donar sus cosas viejas y comprar cosas de otras personas... ¿Qué te parece?

-¿Una tienda de antigüedades? ¿Y tú te encargarías de eso? -preguntó Peter.

-Sí, me encantan las cosas viejas, podría pasarme el día allí. Además, de entrenar, claro.

-¿Estás segura? -preguntó Peter. Francesca asintió.- A mi no me parece una mala idea, pero me parece que mantener una tienda de antigüedades lleva mucho tiempo y da mucho trabajo. Si t ú estás dispuesta a encargarte de ella yo te ayudaré. Con el dinero que estamos sacando del Sasha's en el café podemos empezar.

-Gracias, Peter. -dijo Francesca, levantándose y abrazándolo.

-¿Tienes alguna idea más?

-Sí, el nombre. -dijo Francesca.- Quiero que se llame Paradise.

-¿Paradise? ¿Cómo el café? -preguntó Peter.

-Sí. Paradise significa algo que ya pasó en Fear Hill, algo pasado. Y eso es lo que va ser la tienda, una vuelta al pasado. Además, quiero llamarlo Paradise en recuerdo a papá.

-Me parece perfecto. -dijo Peter.

-¿Sí? ¿En serio? -Francesca lo volvió a abrazar. Y entonces la familia de Peter los interrumpieron.

-Peter, hemos tomado una decisión. -dijo Sasha, su hermana.

-Perfecto. Pues pasad, porque Frankie ha tomado otra decisión. -dijo Peter.

Los padres de Sasha y Sasha se sentaron en el despacho con Peter y Francesca. Éstos les contaron la idea de la tienda de antigüedades y su nombre. A todos les pareció bien que se le ayudase a Francesca con los ahorros del Sasha's.

-¿Y vosotros a qué conclusión llegasteis? -preguntó Peter.

-Sasha es quién tomó la decisión. Irá al instituto con el resto de los adolescentes. -dijo Marcus.- Pero tendrá que seguir trabajando en el café y sacar muy buenas notas.

-Me parece bien. -dijo Peter.

-A mi me encanta la idea de la tienda de antigüedades, yo os ayudaré, si queréis. -dijo Sasha. Su amiga, Francesca sonrió y asintió.

-Bueno, yo me voy. Tengo que comprar las cosas para la cena. Acordaros todos de que hoy es la cena para despedir a Victoria. -dijo Francesca. Iban a celebrar una pequeña cena y una fiesta para despedir a Victoria, que se iría lo antes posible de Fear Hill.

-Nosotros... no creo que Victoria quiera que yo vaya, Francesca... -dijo Sasha, la madre de su medio hermano.

-Tonterías, Sasha. Ahora todos somos familia. Nos guste o no. No te voy a obligar, pero creo que deberíais venir... -dijo Francesca, antes de salir del despacho de su hermano.


Tenía razón, les guste o no, una familia es una familia y punto.

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