Aquella tarde había entrenamiento del equipo de los
chicos más mayores del instituto. Cassandra y Kayla ya estaban
preparando a ocho jugadores, pero dos faltaban. Wesley Marshall y
Eric Rose todavía no habían llegado. Pero cuando lo hicieron
prefirieron no haber ido.
-Llegáis tarde. -les informó Cassandra mirando a la
pista, mientras los jugadores hacían un ejercicio.
-Lo sabemos, nos entretuvimos. Lo siento, entrenadora
Marvin. -dijo Wesley los dos corrieron a cambiarse y en cinco minutos
salieron listos.
-¡Parad! -le gritó Cassandra a sus jugadores todos se
acercaron para escucharla.
-¿Te vas a poner en plan Goldman? -le preguntó en
bajito Kayla.
-Van a ver las estrellas. -le dijo riendo Cassandra.-
¿Alguno sabe qué pasa cuando un jugador llega tarde?
-¿Que no entrena? -propuso Sheldon. Su entrenadora
negó.
-¿Que corren toda la hora? -propuso Peter. Cassandra
volvió a negar.
-¿Que reciben un castigo? -propuso Harry. Cassandra
negó por última vez y decidió ir por otro camino.
-¿Qué somos? -preguntó Cassandra.
-Un equipo de baloncesto. -le contestó Charles. Kayla
negó.
-Primero, somos un equipo. -aclaró Kayla.
-Y si dos jugadores llegan tarde, todos recibimos un
castigo. -continuó Cassandra. Los chicos se empezaron a quejar.
-¡Silencio! -gritó Kayla. Los chicos se callaron y
Kayla miró a su amiga.
-Gracias. Entonces hoy vamos a hacer un entrenamiento
totalmente físico. Nada de balones. -sus jugadores se volvieron a
quejar.- Os hace mucha falta. No estáis en forma. Vamos. Empezamos
con cien flexiones y doscientas abdominales. -dijo Cassandra.
Después de las cien flexiones y las doscientas
abdominales, Cassandra los dejó descansar dos minutos, ya que el
ejercicio que venía ahora era el peor de todos.
-Este es un ejercicio que amaba Harry Goldman. -explicó
Cassandra.- Se llama Suicidio. Tenéis que correr desde la
línea de fondo, hasta la línea de tiro libre, a la línea de fondo,
línea de medio campo, línea de fondo, línea de tiro libre del otro campo, línea de
fondo, línea de fondo y línea de fondo.
-Y todo eso en treinta segundos. -finalizó la
explicación Kayla. Todos se miraron asustados.- A la línea de
fondo, todos.
-Entrenadoras. -dijo Wesley. Las dos lo miraron.- Creo
que esto sólo debemos hacerlo nosotros. Eric y yo fuimos los que
llegamos tarde.
-Si, estoy de acuerdo. -dijo Eric. Se hizo un silencio y
Ted Halder, pívot, habló.
-No, ¿somos un equipo no? Lo hacemos todos. -dijo él.
Kayla y Cassandra se miraron, se sonrieron y dieron la señal de
salida. Para acabar en treinta segundos tuvieron que hacerlo cinco
veces, pero al final lo consiguieron.
-Está bien por hoy. A las duchas. -les dijo Cassandra.
Cuando Cassandra y Kayla se dieron la vuelta se encontraron con la
figura de Harry Goldman en la puerta del pabellón,
-¿Cómo estás, entrenador? -le preguntó Kayla.
-No me llames entrenador, Marvin. Ya no te entreno. -le
dijo Goldman.- Me gustó la idea del Suicidio. -confesó él.
-¿Lo viste? -preguntó Cassandra.
-Si, y estuvo bien. Estos chicos necesitan mejorar. El
año que viene todos siguen en el instituto y el año que viene es su
último año, deberían jugar en una buena liga. -dijo Harry.
-¿Crees que tienen posibilidades? -preguntó Kayla.
-Claro que las tienen. Además, en cuatro meses
jugaremos contra Palos Nuevos y siguen siendo nuestros enemigos. Les
tenemos que ganar. -dijo Goldman.
-Bueno, me voy. Tengo que recoger a Leyda. -dijo
Cassandra colgando su bolso de su hombro.
-Estoy aquí, mamá. -le dijo la pequeña entrando por
la puerta.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó su madre, mientras la
niña se acercaba a donde su madre hablaba con el viejo Goldman.
-Tardabas mucho y decidí venir para aquí. -dijo la
pequeña.
-¿Y tú, pequeña? ¿Cuando piensas incorporarte al
equipo de las niñas de Duendes Verdes? -le preguntó Goldman.
-No lo se. Papá quiere que juegue al football. Dice que
cuando él era joven no había equipo femenino y que yo tengo suerte
de que lo haya ahora. Pero mamá me dice que si juego al baloncesto
puedo ser muy buena y que quizás algún día cuelguen una camiseta
con mi nombre en el pabellón. -explicó la pequeña.
-El baloncesto es la mejor opción, pero no se lo digas
a tu papá. -le susurró Kayla. Los jugadores empezaban a salir del
vestuario y todos se quedaron mirando a la niña. Wesley se acercó.
-Sentimos haber llegado tarde. No se repetirá. -le dijo
específicamente a Cassandra.
-Está bien... -dijo Cassandra.
-Bonita niña. -le dijo mirando a su hija. La niña le
sonrió y él se fue riendo.
En la otra pista de baloncesto que tenía Duendes
Verdes, William entrenaba a “sus chicas” como él las llamaba.
-Bien, chicas a las duchas. Nos vemos mañana. -les dijo
a las chicas. Les chocó las manos a todas y se fue a sentar a las
gradas para cubrir un papel para que su equipo de chicas pudiera
competir ese año en primera división. Todavía escuchaba balones de
baloncesto botando, como siempre, por eso no le dio importancia. Pero
cuando escuchó el sonido de unos tacones en el suelo si que miró de
donde procedía en ruido.
-Hola... -dijo Brianna entrando en la pista. Se acercó
a él y se sentó a su lado.
-Brianna, ¿qué haces aquí? ¿Recordando viejos
tiempos? -le dijo William. Esa pista era en la que los equipos de
ambos entrenaban juntos.
-Si, de vez en cuando vengo. Pero esta vez vengo a
buscar a Molly. -le dijo sonriente. La prima de Brianna ya tenía
quince años y jugaba en el equipo de William como escolta.- ¿Cómo
están tus chicas?
-Bueno, deberían estar mejor. Con muchas ganas y
esforzándose al máximo cada día. Pero no creo que ganemos mucho
este año si no empezamos a mejorar exponencialmente. -explicó él.
-Sabes que todo se puede conseguir. ¿Quién nos iba a
decir a nosotros que iríamos a París a jugar con los mejores del
mundo?
-Nosotros éramos buenísimos... -dijo él riendo.
Entonces Brianna se fijó en una de las jugadoras de William que
seguía tirando a canasta y entrenando por su cuenta.
-¿Y ella?
-Christine Burton, base, quince años. No es la mejor,
pero si la más trabajadora. -dijo William mirándola.
-¿Sigue entrenando cuando se acaba el entrenamiento?
-preguntó sorprendida Brianna.
-Se quedaría todo el día si no la echo yo. -explicó
William.
-¿Así son todos los nuevos “Cazadores de Duendes”?
-preguntó riendo Brianna.
-No, solo algunos pocos son así. -confesó William.-
¡Christine, para casa! -le gritó a su chica. Esta recogió el balón
y se fue a los vestuarios.
-Cuanto tiempo hace que no juego un partido... -dijo
Brianna agarrándose al brazo de William y apoyando su cabeza sobre
el hombro de él.
-Si, y yo... -confesó él.

Másss Noveee!!!!!
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