Las
vacaciones de invierno era la época preferida de Carolina. Su madre,
Mariana Espósito, pasaba casi todo el día con su papá, Juan Pedro
Lanzani, en la comisaría. Pese a que no trabajase estaba con el y
sus compañeros -que son los mismos que los de ella-. Su hermana
melliza, Patricia Lanzani, salía mucho. Se despertaba temprano,
desayunaba con su mamá y se iba con sus amiguísimas Laura y Paula.
En
cambio ella, le encantaba dormir y dormía hasta tarde. Desayunaba
tranquila y sola, escuchando la radio. Los antiguos éxitos de la
música la volvían loca. Después se vestía y solía salir con sus
amigas. A ellas las llamaban las Inas, ya que todos sus nombres
terminaban en Ina. Ellas eran: Catalina, Agustina, Josefina y
Carolina. Pero no estaban solas, siempre iban acompañadas por: Alan,
Manuel, Yago -que seguía enamoradísimo de Carolina pero ella seguía
sin hacerle caso-, Daniel y Alberto, a los que llamaban los Inos, por
siempre estar acompañando a las mismas.
Pero
justo ese día no iba a salir de su casa, ya que estaba bastante
cansada y debía ordenar toda la casa. Pero una persona interrumpió
su día. Suspiró cansada y fue a abrir la puerta. Pero se sorprendió
al ver a aquella persona que no veía desde la boda de su primo.
-¿Santi?
-preguntó retoricamente ella.
-Carol.
-dijo sonriente el.- Justo pasaba por acá y me acordé del día de
la fiesta y creí que debía visitarte. ¿Me equivoqué? -preguntó.
Ella negó dejándolo pasar.
Hizo
dos cafés calentitos, para pasar el frío. Se sentaron en las
escaleras a charlar. Hablaron de todo hasta que en un momento el se
acercó a ella. Pero ella no se separó y contestó a aquel dulce y
suave beso. Un beso llevó a otro, y otro a otro más. Hasta que
claro, los interrumpieron.
-¡Hola!
-gritó su papá cuando llegó. Carolina y Santiago, como estaban en
la escalera más alta subieron rápido al cuarto de Carolina y
cerraron la puerta sin hacer ruido.
-Seguro
que salieron con sus amigos. -dijo Mariana.
-Entonces
estamos solos... -dijo picarón Peter.
-Peter,
no... Peter... ¡Peter! -se quejó Mariana riendo de su marido.
-No,
no, no, no... -dijo Carolina que estaba escuchando todo desde su
cuarto con Santiago.- Nunca creí que iba a escuchar esto... No puede
ser... -Santiago rió de una Carolina traumatizada.- No te rias. Son
mis papás, yo no puedo escuchar esto...
-Vamos
a ver, tus papás te tuvieron a vos y a tu hermana. ¿Esperabas que
fueran virgen? -ella rió del mal chiste que dijo su "amigo".
-No,
además, mi mamá está ahora embarazada. -la cara de sorpresa de
Santiago pedía una explicación.- Mi mamá tenía solo 21 años
cuando nosotras nacimos. Ahora tiene 36, aun está en edad de tener
hijos. Papá solo tiene un año más que ella.
-¡Que
suerte! Yo soy el más pequeño de cuatro hermanos. Dos hermanas y un
hermano, el más mayor.
Carolina
rió de Santiago mientras el le seguía contando historias de cuando
era pequeño. Como cuando su hermano mayor, Fran, llevó a cenar a su
novia a casa. O cuando sus hermanas, Manuela y Antonella, hicieron
una fiesta en casa y sus papás se enteraron. Cuando Antonella se
escapó de casa durante dos días y la estuvieron buscando a diestro
y siniestro.
-¡Tenés
una vida re divertida! -rió Carolina.
-Y
ahora yo, escondiendome en la casa de una mina porque sus papás
llegaron. Solo falta que nos oigan, suban y yo tenga que saltar por
la ventana.
-Entonces,
si que tendrías una anécdota como las de tus hermanos.
Fue
cuando el se acercó a besarla y ella apoyó su mano en la mesa de
luz y cayó el despertador al suelo.
-¿Que
fue eso? -se escuchó la voz de Mariana.
-¿Nos
estarán robando? -preguntó Peter.
-Agarrá
el arma y subimos. -dijo Mariana. Santiago miró a Carolina
totalmente asustado.
-La
ventana. -dijo ella empujándolo hacia ella.
-¿En
serio? -dijo el. Ella asintió y abrió la ventana.
-Dale,
después te llamo. -dijo ella. Lo despidió con un beso en la mejilla
y cerró la ventana. Se acostó en la cama y se hizo la dormida.
-¿Carol?
-preguntó su papá. Ella abrió los ojos y los miró.- ¿No nos
escuchaste llegar?
-No,
me quedé dormida... -dijo ella.
-¿No
estarías con un chico, cierto? -dijo Mariana.
-No,
¿porque lo decís? -dijo Carolina.
-Porque
un pibe se va por el jardín cojeando... -dijo riendo la embarazada.
-¡Que
lista es mi hija! -dijo Peter saliendo del cuarto acompañado por
Mariana.
Carolina
rió y se dejó caer en la cama. Permaneció en su cuarto hasta que
Patricia entró corriendo.
-¿Con
quien estabas a la tarde? -preguntó ella.
-Se
llama antes de entrar... -se quejó Carolina.
-¡Contestame!
-ordenó su hermana.
-Estaba
con Santi. -dijo Carolina.
-¡Que
fuerte! ¿Están.... ? -su melliza hizo señas con las manos.
-No,
bah... No se. -su hermana gritó de alegría.- ¡Mi primer cuñado!
-celebró Patricia.
-Patri,
¿quien te dijo a vos que es tu primer cuñado?
-Tuve
antes un cuñado y no me avisaste. ¡No me hables más! -se quejó
Patricia antes de salir de su cuarto. Pero Carolina corrió a abrir
la puerta y gritarle mientras bajaba las escaleras de la casa.
-¿Yo
tuve o tengo cuñado, hermanita? -preguntó gritando.
-Ese
no es el tema. -dijo antes de darle la espalda y marcharse. Carolina
suspiró y volvió a su cuarto.
La
hora de la cena llegó y Carolina bajó al comedor para cenar con su
familia. Pero cuando llegó a este, se encontró con Peter y Patricia
cantando.
-Carolina
trátame bien, no te rias de mi, no me arranques la piel...
-canturreaban padre e hija a coro mientras Mariana reía
preparando la cena. (http://www.youtube.com/watch?v=v2mN_D4m3lQ)
-¿Me
están jodiendo? Papá yo no te digo nada cuando está más que claro
que la barriga de mamá no es por comer mucho. Es un bebé, que se
tuvo que hacer y solo de imaginármelo... -su padre corrió a taparle
la boca.
-Listo,
me callo. -dijo Peter.
-Yo
no... ¡Carolina trátame bien...! -siguió Patricia.
-Patri
recordemos aquel pibe que llegó el mes pasado, aquel que te persigue
y...
-¡Ya
está! -gritó Patricia.- Estamos todos en paz.
Cenaron
entre risas y bromas, como hacían siempre. Después de la cena las
niñas subieron a sus cuartos y la pareja se quedó en el living.
-¿Al
final, Eduardo entró en razón? -preguntó Peter. Con Lali y su
pequeña panza, aquella que apenas se notaba, sobre su pecho.
-No,
quiere que las nenas pasen Noche Buena y Navidad con el. -dijo ella.-
Elegirán ellas.
-Entonces,
no te preocupes. Soraya y Bea no son unas nenas y saben pensar con
claridad.
-Pensamos
que podemos ir todos a pasar las Navidades en la mansión Espósito.
Es decir, dormir todos juntos allá. Será como cuando éramos
chicos. -dijo la petiza emocionada.- ¿Que decís?
-Que
me encanta la idea. ¿Cuantos vamos a ser?
-Mirá,
nosotros, -mientras iba enumerando iba contando con los dedos.- Ana,
Soraya, Bea, Lucía, su novio, Óscar, Alejandra y como invitada
especial, mi tía, Estrella. -al final necesitó dos dedos de Peter
para contarlos a todos. Serían doce en aquella enorme casa.
-¿Tu
tía? ¿La que se emborracho en nuestra boda y en la fiesta de Carol
y Patri? -preguntó Peter. Lali asintió.
-Si,
es un poco especial... -la excusó Lali.

Me encanta más!
ResponderEliminar