jueves, 19 de febrero de 2015

LXIV.

Metió la sudadera de Duendes Verdes y terminó. Terminó la maleta. Respiró profundamente y miró el reloj. Todavía eran las seis, le daba tiempo a hacer lo que tenía que hacer. Salió de su habitación y les avisó a los Flint que volvería en un rato. Caminó al menos quince minutos y tocó el timbre de aquella casa.

-Hola, Marilyn. -dijo sonriente cuando la madre de Lola le abrió la puerta de su casa.- Vengo a despedirme de George y de Lola.

-Hoy es tu día de suerte. También podrás despedirte de Ryder.

-¿Ryder está aquí? -preguntó Inés, sorprendida.

-Sí. Pasa, cariño. -le dijo Marilyn. Inés siguió a la mujer hasta el salón y allí se encontró con Lola sentada en un sofá, Ryder y Loreen sentados en otro y George sentado en una butaca.

Inés! -dijo sorprendida Lola.

-Prometí que no me iría sin despedirme de mi entrenador... -dijo Inés. George sonrió y se levantó. Inés lo abrazó y él besó su cabeza.

-Ha sido un placer tenerte en mi equipo, Inés.

-Gracias. También ha sido un placer para mi estar en el equipo. -dijo Inés, sonriente. Tenía ganas de llorar, pero tenía que aguantar un poco más.

-Nosotros íbamos a ir por la noche a casa de los Flint... -dijo Lola.

-Así mejor. -dijo Inés. Ryder se levantó y, sin previo aviso, la abrazó. Lola se unió al abrazo. Cuando se separaron, Loreen estaba llorando y George casi.

Mamá! -se quejó Ryder.

-¿Qué? Fue una escena muy conmovedora... -dijo Loreen. Lola se rió.

-Sí, lo fue... -añadió George.

-Por cierto, ¿qué hacéis? ¿Una cena de presentación a la pareja? -preguntó Inés.

-Algo así... -dijo Ryder.

-Es la estúpida idea de mi madre... -dijo Lola. Su madre casi la fulmina con la mirada.

-¿Estúpida por qué? A mi me parece estupendo. -dijo Inés.

-Gracias, cielo. -le dijo Marilyn.

-Bueno, ¿me mandaréis una invitación a la boda a España, no? -dijo Inés. Los padres de la pareja se rieron, pero ni a Ryder ni a Lola les hizo gracia.- Era broma....

-Más te vale. -dijo Ryder.

-Bueno, me voy. Todavía tengo que despedirme de alguna persona más... -dijo Inés. George la acompañó hasta la puerta. Pero cuando ella estaba saliendo del jardín, Lola la interrumpió.

Inés! -le gritó. Inés se paró y la miró.- Nunca te di las gracias.

-¿Por qué?

-Las gracias por convencerme de que me apuntara al equipo de baloncesto. Sino fuera por ti nada sería igual. Yo no estaría con Ryder, él estaría con Sarah, mi relación con mi padre no habría mejorado y, lo más importante, no hubiera disfrutado de jugar un año a lo que más me gusta.

-¿El año que viene jugarás? -le preguntó Inés.

-Sí. Palos Nuevos me prometió un lugar entre las titulares de su equipo femenino. -confesó Lola.- Se que es Palos Nuevos, pero yo quiero jugar y aquí todavía no...

-Lola, enhorabuena. -la interrumpió Inés. Las dos se abrazaron y Lola se echó a llorar. Cuando se separaron Inés le secó las lágrimas.- Si es necesario, mata a Sarah. Y te escribiré y te llamaré. No pienses que te dejaré en paz tan fácil...

-Vale...

Inés volvió a casa de los Flint. Ya se había despedido de todos en la tarde anterior. Entró en casa y cenó con la familia. La cena era alegre, como siempre. Pero a la mañana siguiente, a las seis, se iría hacia el aeropuerto. Tan solo Adela la acompañaría, tal cual como el primer día. Antes de irse a dormir se despidió de Arianna y de Marcel.

-Me encantó tener una hija más. -le dijo Marcel, antes de abrazarla.

-Y a mi tener un segundo padre. -dijo Inés.

Marcel besó su frente y Arianna se acercó. La abrazó y le sonrió, no le hizo falta palabras. Isabella la acompañó a su cuarto y allí se iban a despedir, pero Mason interrumpió.

-Rapunzzel, ¿me dejas despedirme antes? -preguntó desde la puerta.

-Claro, espero en mi cuarto. -dijo Isabella. Los dejó solos y ellos se abrazaron.

-Bueno, no estuvo nada mal. -dijo Mason.

-¿El qué? -preguntó Inés.

-Nuestra relación. Tengo que confesar que era la primera vez que estaba con una extranjera y que eres bastante mejor que Sarah.

-Eso me consuela... -dijo Inés, sonriente. Se volvieron a abrazar.- También fue un placer para mi. Estuvo bien la “relación” clandestina.

-¿Si alguna vez vienes a este continente me llamarás?

-Claro.

-Perfecto, así podremos tener un reencuentro fogoso. -dijo Mason. Inés se rió y le golpeó en el pecho. Mason se fue a la cama e Inés entró en la habitación de Isabella. Las dos se abrazaron fuerte y empezaron a llorar.

-Como le cuentes a alguien que estoy llorando te mataré. -le dijo Inés a Isabella. Ella asintió.- Eres con la única que lloré. -le confesó.

-¿La única? -preguntó Isabella. Inés asintió.- Me siento una privilegiada. Eso significa que soy a la que más quería de todos.

-Algo así... -dijo Inés, medio riéndose. Isabella se secó las lágrimas.- Pero no se lo digas a nadie, que se enfadan conmigo.

-Está bien... -dijo Isabella.

-Bueno, sabes que las puertas de mi casa están abiertas para cualquiera de la familia Flint.

-España es interesante... -dijo Isabella.

-Sí, hay chicos muy guapos... -añadió Inés.

-Vale, entonces intentaré ir sin Owen.

-Perfecto. Bueno, me voy para la cama. Mañana tengo que levantarme a las cinco para coger un avión y pasarme en él ocho horas...

-Merecerá la pena. Te quiero mucho. -dijo Isabella volviéndola a abrazar.

-Y yo...

Efectivamente, a la mañana siguiente se levantó a las cinco. Hizo el menor ruido posible y se fue con Adela. Cuando estaban saliendo por la puerta, escucharon pasos detrás de ellas. Era Arianna con su pijama verde. Corrió a Inés y la abrazó fuerte, muy fuerte.

-Te voy a echar de menos, hermana. -dijo Arianna.

-Y yo, pequeñaja. Pero te prometo que llamaré y escribiré mucho. -le dijo Inés.

-Nos volveremos a ver. -afirmó Arianna. Inés asintió y salió de la casa de los Flint.

En el aeropuerto, pasaron dos horas allí. Adela y ella desayunaron juntas, hablando animadamente. Cuando llegó la hora de embarcar, las dos se abrazaron y Adela se permitió soltar alguna lágrima. Adela le recordó que podía volver cuando quisiera, solo tenía que coger un avión. Inés le dijo que ellos también podrían ir a Madrid cuando quisieran. Inés respiró profundamente y entró en el avión. Buscó en su bolso un chicle y un chico la interrumpió.

-¿Está libre este sitio? -preguntó aquel chico. Era Pablo, el chico con el que se había sentado en el avión de ida a EEUU.

-Claro. -dijo sonriente Inés. Ambos viajaron hablando de sus experiencias americanas hasta Madrid.

Isabella se levantó, entró en el baño y echó a llorar. Ya la echaba de menos. Mason la sorprendió.

-¿Qué pasó? -preguntó Mason, alarmado.

-Ya se porque me gustaba tanto el baño. Porque lo compartía con Inés... -confesó Isabella. Mason la abrazó e Isabella se puso a recordar todos los momentos vividos en ese baño con su amiga: cantando, bailando, riendo...

Mason entró en la habitación de Inés y la encontró vacía. O casi vacía. En la pared, donde antes había un montón de fotos, solo quedaban dos. Una era la de su equipo. Y otra era la foto que se habían sacado en el cumpleaños de Inés. Le dio la vuelta y leyó.

Quedaros con estas fotos, yo tengo una copia de cada una. Gracias. Nunca os voy a olvidar.

Marcel, Adela, Mason, Arianna, Isabella, Lola, Ryder, Grace, Claire, Julian, Owen, George, Marilyn, Loreen, Cosmo, Logan, Thomas, Caleb, Robert, Jerry, Richard, Kevin, Elsa, Quinn, Olivia, Jake, Alex y Nathan.

Ahora vuelvo a casa para reencontrarme con los míos. Mis padres, Cármen y Mariano. Mis hermanas, Lucía, Andrea y Rocío. Mi cuñado, Miguel. Mi nuevo sobrino, Mario. Mis amigos, Úrsula, Nico, Yago, Raul y María. Mi equipo y mi entrenador, Francisco.


Pero nada volverá a ser igual. Por ahora sé que formo parte de algo importante. Ahora soy parte de los CAZADORES DE DUENDES.

Y así termina la historia. Espero que os haya gustado.
Con suerte, en unas horas subiré el principio de Red Lips.
Un beso,
Cris.~

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