jueves, 7 de agosto de 2014

40:

Los días de septiembre y el fresco nocturno amenazaban el final del verano. Los jóvenes iban haciendo las maletas y las fiestas se terminaban. Peter había contratado a Francesca en el café, pero a ella no le hacía gracia alguna ir a trabajar allí.

Gabriella quería tener una conversación con Sasha, así que desde muy temprano se puso a conducir. Peter, Francesca y Victoria iban a preparar la comida para todos.

-¿Crees que esto va a salir bien? -le preguntó Victoria a Francesca.

-No se, pero Peter está nerviosísimo. -dijo Francesca. Peter estaba trabajando en el café, en un rato se uniría a ellas.

-Normal que esté nervioso. -dijo Victoria. Su móvil sonó sobre la mesa.- Es Ian. Hola. -dijo pegando el teléfono a su oreja.

Francesca sonrió y negó mordiéndose un labio. Alguien llamó a la puerta y Francesca fue a abrir. Del otro lado se encontró con Zane.

-Vengo a buscarte para ir a hacer un poco de surf. -dijo con una sonrisa.

-Lo siento, no puedo ir... -dijo Francesca. Agarró a Zane de la mano e hizo que entrara en su casa. Cerró la puerta y lo guió hasta el salón.- Es que hoy viene mi madre a comer. Y vamos a comer con las dos Sasha, Marcus y Peter.

-Ui... Bueno, seguro que todo sale bien, no te preocupes. Entonces, ¿esta noche no vendrás a la playa?

-¿Qué pasa hoy en la playa? -preguntó Francesca.

-Vamos a hacer una hoguera, a asar nubes y seguramente cantar y hacer un poco el tonto. -dijo Zane.

-Suena tentador... -dijo con una sonrisa.

-Todos los chicos de Fear Hill vamos a ir. -dijo Zane.

-Bueno, intentaré ir. -prometió Francesca.

Zane se fue rápido, tenía cosas que hacer. Francesca y Victoria ya tenían casi todo listo cuando llegó Peter. La siguiente en llegar fue Gabriella, después la familia Rose. Todos se sentaron alrededor de la mesa del comedor y comieron casi en silencio. Cuando terminaron de comer, Victoria terminó el silencio.

-Bueno, creo que tenéis que hablar. -dijo Victoria. Gabriella se rió y la acarició la mano.

-Tienes razón, cariño. Hice un largo camino y tengo que hablar con todos. -dijo Gabriella.- ¿Cómo lo estáis llevando?

-Como podemos. -dijo Peter. Gabriella lo miró fijamente. Se parecía más de lo que creía a su marido.

-Yo quería pedirte disculpas, Gabriella. Se que todo lo que hice no está bien y que tú eres una de las más perjudicadas. -dijo Sasha.

-¿Yo? No, Sasha, yo no salgo muy perjudicada. -dijo Gabriella. Tenía ese tono de serenidad y de madurez que Francesca siempre envidió.- Yo tuve a mi marido todo el tiempo que pude y no me arrepiento de nada. Tuve una hija con él y ya está. Otras personas están mucho peor que yo. Francesca, que le quitaste la oportunidad de tener un hermano durante dieciocho años. A Victoria, aunque creo que no se perdió mucho de su primo, porque eran amigos, ¿no? -miró a los dos susodichos que asintieron.- A Nina, que se pasó la vida mirando al amigo de su hija sin saber que era su sobrino.

-Pero... -dijo Marcus.

-Dejadme terminar, por favor. -pidió Gabriella.- Pero a quién más le dolió todo esto fue a Peter, que tuvo un padre, sí. Pero no pudo conocer a su verdadero padre, a su maravilloso padre. -Gabriella hizo una pausa y miró fijamente a Sasha, que aguantaba las lágrimas.- Así que no me pidas perdón, pídeselo a otras personas.

-Ya le pedí perdón y me disculpé de mil formas con los que me tenía que disculpar. -dijo Sasha.

-¿De verdad, mamá? -dijo su hija.

-Sasha. -le riñó Marcus.

-No, papá. Gabriella tiene razón. ¿Le pediste perdón a todos? ¿Le pediste perdón a Nina o a Victoria? -dijo Sasha, enfrentándose a su madre.

-O a Louis. -interrumpió Gabriella, todos la miraron.- ¿Le pediste perdón a Louis?

-¿Cómo quieres que haga eso? La última vez que lo vi me acobardé y no pude hacer otra cosa que mirar como él era feliz con su familia. -dijo Sasha, llorando.- ¿Quieres que le pida perdón ahora? ¿Para qué?

-Para quitarte ese peso de encima. -dijo Gabriella.- Tienes que hacerlo.

-¿Y cómo hago eso? ¿Salgo a la terraza, miro al cielo y habló con él? -dijo Sasha, sarcástica.

-¡Mamá! -se quejó Peter, algo enfadado por el tono en el que su madre le estaba hablando a Gabriella. Pero Gabriella mantuvo la compostura, como hacía siempre.

-La última vez que vine a Fear Hill, cuando me enteré de todo esto, hice una cosa que Louis me había pedido en una ocasión. -dijo Gabriella. Hizo una pausa y miró a su hija.- Louis un día me pidió que si algún día le pasara algo quería que lo incinerara.

-Sí y eso hicimos. -dijo Francesca.

-Pero también me pidió que echara sus cenizas en Fear Hill. Yo no lo entendí durante mucho tiempo, incluso tuve guardadas sus cenizas en un armario de casa. Pero después de que me hablaras de Fear Hill en todos tus correos y que me contaras lo maravilloso que es este pueblo, lo entendí. -dijo mirando directamente a su hija.- Tu padre amaba Fear Hill. Así que cogí el coche, metí sus cenizas en el maletero y vine a buscarte, Francesca. Cuando llegué y me contaste todo lo de Peter y Sasha me enfurecí y me entristecí. -dijo Gabriella, hizo otra pausa y tomó aire.- Pero aprendí a entenderos, a todos. Entendí a Sasha, a Peter, a Nina... A todos. Y decidí que nosotras ya lo tuvimos mucho tiempo en nuestra vida, era hora de su otra familia lo tuviera también. Así que tiré sus cenizas en la playa.

-¿Tiraste las cenizas de papá? -preguntó Francesca, sorprendida. Su madre asintió.

-Así que ya tienes a donde ir a pedir perdón, Sasha. Ve a la playa. Al lugar favorito de Louis, la playa. -dijo Gabriella.

Poco después de la conversación, Sasha y Marcus se fueron. No lo hicieron enfadados, sino pensativos y entristecidos. Francesca le ofreció a su madre quedarse a dormir esa noche y Gabriella aceptó. Peter y Gabriella estuvieron hablando un largo tiempo, mientras Victoria y Francesca recogían. Estaba anocheciendo y Francesca recibió un mensaje de Zane, que le preguntaba si iría esa noche, que ellos ya estaban allí. Francesca miró a Victoria y sonrió.

-Mamá, ¿te importa si nos vamos a una hoguera que hay en la playa? -preguntó Francesca.

-¿La hoguera? -preguntó Peter.

-Claro, id todos. -dijo Gabriella.- Tú también Peter. Divertiros, todavía sois jóvenes.

-Mamá, suenas como una vieja. -dijo Francesca, cogiendo sus cosas y riéndose.

-Soy una vieja, cariño. Ahora me voy a poner los rulos y voy a ver un programa de cotilleos. -dijo Gabriella.

Todos se rieron y se despidieron de ella antes de irse a la playa. Cuando llegaron, encontraron a un grupo de más o menos veinte personas. Estaban los amigos de Peter y Vicky, los amigos de Francesca, el grupo HF...

-Estáis todos aquí... -dijo Peter, con una sonrisa.

Se abrazó con Ian y algunos amigos más. Francesca abrazó a Zane y a Sasha. Empezaron a preparar la hoguera, pero todavía ni era de noche ni hacía frío. Así que un grupo de chicos se metieron en el agua, tentando al resto. Al final todos estaban en el agua, jugando unos con los otros. Hicieron una especie de pirámide de muchas personas. Las risas sonaban a largos metros y la felicidad casi se podía respirar.

-Hola... -le dijo Gabriella a Sasha. Sasha estaba mirando a los jóvenes, sentada delante de su café, en unas escaleras. Gabriella se sentó a su lado y la miró.

-Le estaba intentando pedir perdón. Pero incluso en estas condiciones es capaz de dejarme sin habla. -dijo Sasha, soltando una risa. Se tapó la cara y suspiró después.

-Era su don, dejar a la gente sin habla. -dijo Gabriella.

-Fue el amor de mi vida, Gabriella. -dijo Sasha, estaba como avergonzada de lo que estaba diciendo.


-Es normal y te entiendo. Porque también fue el amor de mi vida.

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