domingo, 6 de julio de 2014

17:

-Hoy es el tercer día de la tormenta y sigue lloviendo. Acabo de tirar tu teoría, mamá. -le dijo Victoria cuando bajó a desayunar.

-Tres días y medio, Vicky. -le recordó Nina.

-¿Y qué va a pasar al mediodía? ¿Parará de llover sin más? -preguntó Victoria.

-Ya lo verás. -le dijo Sean. Francesca escuchaba la conversación divertida.- ¿Cómo está siendo tu verano, Frankie?

-Interesante, esa es la palabra correcta. Interesante. -dijo sonriente. Victoria la miró y también sonrió.

-¿Interesante? -preguntó Nina.

-Sí, estoy aprendiendo un montón de cosas. -dijo Francesca.

-¿Qué vais a hacer hoy? -preguntó Sean.

-He pensado que cuando parase de llover podríamos ir a la colina. ¿Qué te parece, Vicky? -dijo Nina.

-Me parece perfecto. -dijo Victoria.

-¿A la colina? ¿A qué? Allí no hay nada. -dijo Nina.

-Hay casas antiguas y se refleja como era la vida aquí hace cincuenta años. -dijo Francesca.

-Tiene razón, déjalas ir Nina. -dijo Sean. Nina revoleó los ojos pero aceptó. Francesca y Victoria se volvieron a sonreír.

Después de comer, como Nina y Sean habían dicho, la tormenta paró. Pero el cielo seguía encapotado. De todos modos, Victoria y Francesca cogieron el coche de la mayor y se fueron a la colina. Subieron la enorme y pronunciada cuesta. Cuando estuvieron donde querían estar, Victoria apagó el coche.

-Aquí es. -dijo bajándose del coche Victoria.

Francesca se bajó del coche y miró la casa. Era un casa vieja y abandonada. Tenía una parte de una antigua valla blanca y la puerta de ésta destartalada. La casa era verde, pero el color variaba. También había manchas por la acción de la humedad. El buzón estaba tirado en el suelo. Francesca se agachó para cogerlo. Ponía Ronnie.

-¿Aquí vivían nuestros padres? -preguntó Francesca.

-Sí, está mejor de lo que parece. -dijo Victoria.

-¿Podríamos entrar?

-Yo creo que sí.

Las dos empujaron la puerta de la valla blanca. Pero apenas la tocaron ésta se cayó. Caminaron por lo que parecía que en algún tiempo había sido un camino hasta la puerta. Llegaron a la puerta, que estaba abierta. En los últimos veinticinco años los agentes geológicos habían destrozado la casa. Entraron y todo el suelo de madera sonó. Miraron a su alrededor. Estaba vacío.

-Esto podría ser el salón. -dijo Francesca. Victoria se acercó a la puerta que daba a lo que debió de ser la cocina. Acarició el marco de la puerta.- ¿Qué es eso? -preguntó Francesca, fijándose en unas marcas.

-Parece que eran las medidas de mi madre y tu padre. -dijo Victoria.- 1980, Nina. -leyó una de las líneas.

-1987, Louis. 1988, Nina.

Esas dos marcas eran las últimas. Francesca las leyó y sonrió. Entonces, se dio cuenta de que Nina había estado en Fear Hill al menos un año más que su padre. Miraron unas escaleras y suspiraron. Hay que decir que algo de miedo tenían las dos, ambas habían visto demasiadas películas de miedo.

-Arriba deben de estar las habitaciones. -dijo Victoria.

-Y esa puerta debe de ser la del garaje. -dijo Francesca, señalando otra puerta.

-¿Primero las habitaciones y después el garaje? -propuso Victoria.

Francesca asintió. Las dos subieron las escaleras con mucho cuidado. Cada vez que hacían un movimiento éstas chirriaban, esto hacía que la tensión en los cuerpos de ambas aumentara cada segundo. Se agarraron de las manos y en cuanto pusieron un pie en el piso alto miraron a su alrededor. Realmente era una imagen horrible. Había cajas con cosas pegadas a la pared, el techo se estaba cayendo y el polvo lo cubría todo.

-¿Por qué dejarían todo esto aquí? -preguntó Victoria. Apartó una sábana que cubría una caja con peluches dentro.

-También hay ropa... -dijo Francesca, mirando en otra caja. Victoria se acercó a una puerta y su prima la miró.

-Es la habitación de mi madre. -dijo Victoria.

Las dos se miraron y Victoria entró primero. Había una cama, sin sábanas ni almohada. Estaba pintada de rosa y tenía más cajas dentro. Miró en el interior de alguna y encontró libros, libretas, ropa, juguetes y zapatos.

-¿Por qué mi madre dejó todo esto aquí? -preguntó Victoria.

-No se... -dijo Francesca.

Salió de la habitación y entró en la habitación de al lado, donde el nombre de su padre estaba escrito en la puerta. Al abrir la puerta se llevó la mayor decepción del día. La habitación estaba totalmente vacía. No había nada allí.

-¿Y por qué no hay nada en la habitación de mi padre? -preguntó en voz alta, sin avanzar mucho hacia el interior de ésta.

-Frankie, mira esto. -dijo Victoria, mirando la parte de dentro de la puerta de la habitación de Louis. Había unas letras en el interior, hechas con hojas de libreta, recortadas a la perfección.

SL, eso ponía. SL. ¿Por qué eso?

-Venga, vamos al garaje. -dijo Victoria.

Las dos volvieron a bajar con mucho cuidado y fueron al garaje. Allí había algunos instrumentos de jardinería y varias bicicletas.

-Que bonita es esta. -dijo Victoria.

Se acercó a una bicicleta, era de un color amarillo pastel. La acarició y sacó un poco de polvo de encima de ella. Tenía una cesta en el manillar y dentro otra caja, vacía. Sacó la caja de la cesta y la cogió del manillar.

-¿A dónde vas con eso? -preguntó Francesca.

-Me la llevo. Está rota pero seguro que alguien me la puede arreglar. -dijo Victoria.

-No puedes hacer eso.

-¿Por qué no, Frankie? Esto es un especie de herencia nuestra. Mi madre solo tiene una hija, yo; y tu padre solo otra hija, tú. Somos las únicas herederas de todo esto. Podemos llevarnos lo que queramos. -dijo sonriente, Victoria.


Las dos se fueron de la casa, después de inspeccionar el garaje. Subieron la bicicleta en el coche y se fueron a casa. Cuando llegaron escondieron la bicicleta en el garaje y se fueron a cenar con Nina y Sean. La lluvia había parado definitivamente y el sol los acompañaría durante cuarenta y nueve días más.

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