martes, 25 de marzo de 2014

Number eight: El día escogido.


-¿Sabes que día es hoy, no? -le preguntó Caroline a su prima, cuando la llamó por teléfono el primer día de sus vacaciones.

-¿Treinta de junio? -preguntó ella, dormida.

-Exacto, treinta de junio. -dijo Caroline, sentada delante de su espejo y maquillándose.- En una hora estoy delante de tu casa, estate lista. -le pidió antes de colgar el teléfono. Alexis se dejó caer encima del colchón, otra vez. Sabía que una hora para Caroline eran dos para el resto del universo.


-¿Tienes todo? -le preguntó en un susurro Bree a Charlotte, cuando llegó a su habitación.

-Sí, todo empaquetado. ¿Tú?

-Sí. Quedé con Caroline a las cinco en su casa. -dijo Bree.

-Tenemos que ir al supermercado a comprar todo lo necesario, ¿no?

-Exacto.

-Pues vamos, cuando volvamos pasamos por tu casa a coger tus cosas y cuando lleguemos aquí mis padres ya estarán trabajando. -explicó Charlotte.

-Mis padres se fueron ya por la mañana y ya preparé la carta que les dejé.

-Perfecto, pues vamos. -dijo Charlotte, saliendo de su habitación.

Les dijo a sus padres que volvería en un rato, que iban a dar una vuelta. Cogió las llaves del coche y las dos se fueron al supermercado. Allí, compraron comida, utensilios de higiene, comida, maquillaje para cuando lo necesiten, comida, detergente para lavar la ropa en su nueva casa rodante y más comida. La factura fue grande, pero tenían dinero. Metieron todo en el maletero del coche y después fueron a casa de Bree. Cogieron todas sus cosas y, mientras Charlotte lo metía en el coche, Bree se encargó de dejar todo en orden. Cuando estaban subiendo al coche, Oliver pasó en bicicleta por al calle. Ambas le dedicaron una mala mirada y subieron al coche.


Mientras, Alexis y Caroline entraban a escondidas en el negocio de automóviles de sus tíos. Se encargaron de que nadie las viera. Cuando llegaron a la casa rodante que llevaban preparando un mes, se sonrieron. Subieron a ella y arreglaron las últimas cosas. Era enorme y vieja, pero funcionaba perfectamente. Allí, podrían vivir más de cuatro sin ningún problema. La habían limpiado y decorado a su gusto. Todo estaba perfecto. Caroline metió las llaves y salió con el automóvil por la salida trasera, sin que nadie las viera otra vez. Fueron a casa de Caroline, donde no había nadie porque sus padres se habían ido con sus hermanos a pasar el día juntos, en un camping. Cuando llegaron, Alexis cogió el coche y fue a su casa a coger sus cosas. Cuando volvió, Bree y Charlotte ya estaban metiendo sus cosas en la casa rodante.

-La casa nos quedó divina. -dijo Bree, mirándola.

-Sí, la verdad es que somos unas artistas. -dijo sonriente Charlotte.

-¿Lleváis todo?-preguntó Alexis.

-Sí. -contestaron todas. Entonces la mirada de las cuatro chicas se detuvo en el vecino de Caroline, Davis, que llegaba a su casa.

-Chicas, ¿me esperáis un segundo? -preguntó Caroline, pero no esperó la respuesta. Se encaminó hacia el garaje de su vecino.- Davis...

-¡Caroline! ¿Qué tal? Menudo animal tenéis en tu casa. -dijo Davis, refiriéndose a la casa rodante.

-Sí, nos vamos de viaje. -dijo ella, sonriente.

-¿Vacaciones familiares? -preguntó él.

-No, en realidad me voy con mis amigas. -dijo ella, acercándose a él.

-¡Que bien! Siempre fue mi sueño hacer un viaje por carretera con mis amigos. Que suerte tienes, vecina. -dijo él riéndose.

-Nos vamos ya. Pero no me puedo ir sin hacer esto... -dijo ella. De repente se acercó a él y lo besó. Sus amigas, que los miraban desde la casa rodante, se quedaron boquiabiertas. Davis, primero sorprendido se quedó inmóvil, pero después le correspondió en el beso rodeándola con sus brazos por la cintura.

-No me lo puedo creer... -dijo Alexis.

-Ni yo...

-Menuda despedida. Yo también quiero una así... -se quejó Bree.

-Te hubieras ido a despedir de Sammuel. -le dijo Charlotte. Ella y Alexis se rieron y chocaron sus manos mientras Bree las miraba fulminante. Poco después llegó Caroline con una sonrisa.

-Listo, ya me puedo ir. -dijo feliz.

-Pues allá vamos... -dijo Bree, cerrando el maletero.

Las cuatro subieron a la casa rodante. Caroline al volante, Charlotte a su lado y las otras dos en la parte trasera. Caroline arrancó y sus tres amigas aplaudieron dando comienzo al viaje. Salieron de la casa de Caroline y ésta se dirigió a la salida del pueblo. Las chicas saludaban a todos los conocidos por la ventana y se reían de sus caras al verlas en aquel automóvil. Finalmente salieron del pueblo.

-Chicas, ¿pongo música? -preguntó Charlotte. Bree estaba con su PC y Alexis leyendo, pero ambas pararon para asentir. Charlotte empezó a buscar una emisora. La única que encontró era de música retro, pero les gustaba. La primera canción que sonaba era Don't stop believing de Journey.

-Just a small town girl, livin' in a lonely world. She took the midnight train, goin' anywhere. -cantó Caroline.

-Just a city boy, born and raised in South Detroit. He took the midnight train, goin' anywhere. -Bree siguió la canción.

-A singer in a smoky room. The smell of wine and cheap perfume. -cantó Alexis.

-For a smile they can share the night. It goes on and on and on and on. -y Charlotte terminó la estrofa. Las cuatro juntas cantaron el estribillo.

La casa rodante contaba con sitio para todas. Un espacio personal, amago de una habitación, para cada una. Una pequeña cocina y una mesa a modo de comedor. El baño, bastante grande, como uno de una casa normal. Y la parte del volante. Las chicas salían con ilusión y alegría. ¿Cómo volverían?

Some will win, some will lose. Some are born to sing the blues. And now the movie never ends. It goes on and on and on and on. Strangers waiting. Up and down the boulevard. Their shadows searching in the nights. Streetlights, people. Living just to find emotion. Hiding somewhere in the night. Don't stop believing. Hold on to that feeling. Streetlight, people.


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